miércoles, 25 de enero de 2012

La "Iliada" Argumento. Personajes

Lit. Universal. La "Ilíada"
En griego antiguo Ὅμηρος Hómēros; . siglo VIII a. C., es el nombre dado al poeta y rapsoda griego antiguo al que tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas — la Ilíada y la Odisea—. Desde el periodo helenístico se ha cuestionado si el autor de ambas obras épicas fue la misma persona; sin embargo, anteriormente no sólo no existían estas dudas sino que la Ilíada y la Odisea eran considerados relatos históricos reales.
No cabe duda que es el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.
Se considera que la mayor parte de las biografías de Homero que circularon en la antigüedad no contienen ningún dato sobre el poeta. Sin embargo, sí suele admitirse que su lugar de procedencia debió ser la colonial jónica de Asia Menor, en base a los rasgos lingüísticos de sus obras y a la fuerte tradición que lo hacía proceder de la zona. El investigador Joachim Latacz sostiene que Homero pertenecía o estaba en permanente con el entorno de la nobleza. También persiste el debate sobre si Homero fue una persona real o bien el nombre dado a uno o más poetas orales que cantaban obras épicas tradicionales. Además de la Ilíada y la Odisea, a Homero se le atribuyeron otros poemas, como la épica menor cómica Batracomiomaquia (‘La guerra de las y los ratones’), el corpus de los himnos homéricos, y varias otras obras perdidas o fragmentarias tales como Margites. Algunos autores antiguos le atribuían el Ciclo épico completo, que incluía más poemas sobre la Guerra de Troya así como epopeyas que narraban la vida de Edipo y guerras entre argivos y tebanos. Los historiadores modernos, sin embargo, suelen estar de acuerdo en que la Batracomiomaquia, el Margites, los himnos homéricos y los poemas cíclicos son posteriores a la Ilíada y la Odisea Personajes de la Ilíada:

AQUILES
  Fue el mayor de los guerreros griegos en la guerra de Troya. Era hijo de la ninfa del mar, Tetis, y de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia. Cuando era un niño su madre lo sumergió en el Éstige para hacerlo inmortal. Las aguas lo hicieron invulnerable menos en el talón, por donde lo sostenía su madre. Aquiles libró muchas batallas durante el sitio de diez años a la ciudad de Troya. Cuando el rey miceno Agamenón tomó para sí a la doncella cautiva Briseida, Aquiles retiró a los mirmidones de la batalla y se encerró encolerizado en su tienda. Los troyanos, envalentonados por su ausencia, atacaron a los griegos y los forzaron a una retirada precipitada. Entonces Patroclo, amigo y compañero de Aquiles, le pidió que le prestara su armadura y le dejara avanzar con los mirmidones a la batalla. Aquiles aceptó. Cuando el príncipe troyano Héctor mató a Patroclo, el desconsolado Aquiles volvió a la batalla, mató a Héctor y arrastró su cuerpo triunfante detrás de su carro. Más tarde permitió a Príamo, rey de Troya, rescatar el cuerpo de Héctor. Aquiles peleó su última batalla con Memnón, rey de los etíopes. Después de matar al rey, Aquiles condujo a los griegos hacia los muros de Troya. Allí fue mortalmente herido en el talón por Paris. La disputa entre Aquiles y Agamenón, la batalla posterior y el rescate del cuerpo de Héctor son narrados en la Iliada. HÉCTOR Hijo mayor del rey Príamo y la reina Hécuba de Troya, y esposo de Andrómaca. En la Ilíada Héctor es el mejor guerrero troyano. Como comandante de las fuerzas de la ciudad, su contribución a la resistencia frente al ejército griego durante nueve años es decisiva, y casi al final obliga a los griegos a huir en sus barcos. Sin embargo, durante la batalla mata a Patroclo, el amigo amado de Aquiles, el héroe de los griegos. Aquiles, que se había retirado de la lucha por una disputa con el rey Agamenón, líder de las fuerzas griegas, vuelve al campo de batalla para vengar la muerte de su amigo. Desconsolado y frenético, persigue a Héctor tres veces alrededor de las murallas de Troya, lo mata y después ata el cadáver a su carro y lo arrastra por el exterior de las murallas hasta la pira funeraria de Patroclo. Al enterarse de que los griegos se niegan a celebrar los ritos funerales de su hijo, el triste Príamo acude a Aquiles con la ayuda del dios Hermes y le pide que le entregue el cuerpo de su hijo. Aquiles accede conmovido por el dolor del viejo rey y declara una tregua para que los troyanos celebren un funeral adecuado. La Iliada concluye con una descripción del funeral celebrado en honor de Héctor. En contraste con el feroz Aquiles, Héctor simboliza el guerrero caballeroso.


PRÍAMO Rey de Troya. Fue padre de 50 hijos, entre los que sobresale el gran guerrero Héctor, y de 50 hijas, entre ellas la profeta Casandra. Cuando era joven, Príamo luchó con los frigios contra las amazonas, pero en la época de la guerra de Troya era demasiado viejo para guerrear. El conflicto comenzó cuando los griegos se propusieron rescatar a Helena, que había sido raptada por Paris, el hijo de Príamo. Durante los diezaños de combate, Príamo asistió ansiosamente al desarrollo de la batalla desde los muros de Troya con su mujer, la reina Hécuba. Después de la muerte de su hijo Héctor a manos del héroe griego Aquiles, Príamo se dirigió al campo griego para recuperar el cuerpo de Héctor. Aquiles perdonó la vida a Príamo y le entregó el cadáver de su hijo para que recibiese sepultura, pero durante el saqueo de Troya, Neoptólemo, hijo de Aquiles lo mató. AGAMENÓNRey de Micenas y jefe de las fuerzas griegas en la guerra de Troya. Era hijo de Atreo y padeció la maldición lanzada sobre su casa. Cuando los griegos se reunieron en Áulide para su viaje a Troya, se vieron obligados a retroceder por los vientos adversos. Para calmar los vientos, Agamenón sacrificó a su hija Ifigenia a la diosa Ártemis. Su disputa con Aquiles sobre la princesa cautiva Briseida y las consecuencias de esa cólera forman buena parte del argumento de la Iliada. Después de un sitio de diez años, cayó Troya y Agamenón volvió victorioso a Micenas. Con él fue la princesa troyana Casandra, que le había sido concedida por el ejército griego triunfante. Clitemnestra, mujer de Agamenón, lo recibió con expresiones de amor, pero mientras él estaba en el baño, ella le tendió una trampa. Egisto, el amante de ella, golpeó a Agamenón con una espada y, mientras estaba inconsciente por el golpe, Clitemnestra lo decapitó con un hacha. Su muerte fue vengada siete años más tarde por su hijo Orestes. La historia de la muerte de Agamenón es contada en la primera pieza de la trilogía Orestíada, del poeta griego antiguo Esquilo. ÁYAXCombatió en la guerra de Troya. Era hijo de Telamón, rey de Salamina, y condujo a las fuerzas de esta isla hacia Troya. Un hombre corpulento, lento en el hablar pero veloz en la batalla, Áyax fue llamado "baluarte de los aqueos" por Homero. Encolerizado por no habérsele concedido la armadura del difunto Aquiles, Áyax decidió matar a los jefes griegos Agamenón y Menelao. Para protegerlos, la diosa Atenea golpeó con violencia a Áyax, que acabó con su vida clavándose su propia espada. MENELAO Rey de Esparta, hermano de Agamenón, rey de Micenas, y marido de Helena de Troya. Cuando el príncipe troyano Paris raptó a Helena, Menelao organizó una expedición para rescatarla. Bajo el mando de Agamenón, Menelao y los demás reyes griegos zarparon hacia Troya. Al término de la consiguiente guerra de Troya, Menelao fue uno de los griegos que se ocultó en el caballo de madera y saqueó la ciudad. Después de reconciliarse con Helena, Menelao intentó regresar a Grecia. Se vieron forzados, sin embargo, a una travesía por el Mediterráneo oriental, antes de llegar a Esparta, que duró ocho años. Allí Menelao prosperó enormemente y, junto con Helena, disfrutó de una vida larga y feliz. PARISTambién llamado Alejandro, era hijo de Príamo y de Hécuba, rey y reina de Troya. Una profecía había anticipado que Paris causaría la ruina de Troya y, por esa razón, Príamo lo abandonó en el monte Ida, donde unos pastores lo encontraron y lo criaron. Estaba cuidando a su oveja, cuando se suscitó una discusión entre las diosas Hera, Atenea y Afrodita acerca de quién era la más bella. Las tres diosas le solicitaron que hiciera de juez. Cada una de ellas intentó sobornarlo: Hera le prometió que lo haría soberano de Europa y Asia, Atenea que le ayudaría a lograr la victoria de Troya contra los griegos, y Afrodita que le concedería la mujer más hermosa del mundo, Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Paris eligió a Afrodita, aunque en realidad estaba enamorado de la ninfa Enone. Su decisión hizo que Hera y Atenea se volvieran enemigas acérrimas de su país. Este hecho, unido al rapto de Helena en ausencia de Menelao, desató la guerra de Troya. Al décimo año del sitio de Troya, Paris y Menelao entablaron un combate singular cuerpo a cuerpo. Menelao habría logrado fácilmente la victoria si no hubiera intervenido Afrodita, que envolvió a Paris en una nube y lo llevó de vuelta a Troya pero, antes de la caída de la ciudad, fue herido mortalmente por el arquero Filoctetes y acudió entonces a Enone, para que lo curara con una droga mágica que tenía. Ella se negó pero, cuando Paris murió, decidió suicidarse transida de pena.PATROCLO Amigo del héroe Aquiles, a quien acompañó a la guerra de Troya. En el décimo año del conflicto, Aquiles retiró del combate a sus tropas, los mirmidones, por una disputa con Agamenón, capitán de las fuerzas griegas. Sin Aquiles, los griegos comenzaron a perder frente a los troyanos. Finalmente, cuando éstos estaban a punto de quemar las naves griegas, Patroclo persuadió a Aquiles para que le permitiera guiar a los mirmidones con el objeto de librar a los griegos del desastre. Vestido con la armadura de Aquiles, Patroclo condujo a los griegos a la victoria, forzando a los troyanos a retroceder hasta las murallas de su ciudad. Sin embargo, en su máximo momento de gloria, Patroclo murió a manos del capitán troyano, Héctor. Para vengar la muerte de su amigo, Aquiles reanudó la lucha y mató a Héctor. ANDRÓMACAEsposa de Héctor y modelo de madre amantísima y esposa fiel. Poco antes de su muerte, Héctor no encuentra a Andrómaca en el palacio y marcha a las murallas, adonde ésta había acudido con su hijo, espantada con las nuevas que llegan del campo de batalla. Héctor se despide antes de cruzar las Puertas Esceas de su esposa y del niño asustado de ver a su padre armado. Andrómaca vuelve a palacio, donde ya toda la casa llora por Héctor, dándolo por muerto de antemano. Andrómaca consiguió que Aquiles le devolviera el cuerpo de su esposo para honrarlo. HELENA Helena de Troya era la mujer más bella de Grecia, hija del dios Zeus y de Leda, mujer del rey Tindáreo de Esparta. De niña fue raptada por el héroe Teseo, quien esperó el tiempo necesario para casarse con ella, pero sus hermanos, Cástor y Pólux, la rescataron. Más tarde, su fatal belleza fue la causa directa de la guerra de Troya. La historia de los diez años de conflicto comenzó cuando las tres diosas Hera, Atenea y Afrodita le pidieron al príncipe troyano Paris que eligiera a la más hermosa de ellas. Después de que cada una de las diosas hizo lo posible por influir en su decisión, Paris otorgó la manzana de oro a Afrodita, quien le había prometido el amor de una mujer de insuperable belleza. Poco después, Paris zarpó hacia Grecia, donde lo recibieron cálidamente Helena y su marido, Menelao, rey de Esparta. Lamentablemente Helena, la más bella de su sexo, fue el premio destinado a Paris. Aunque vivía feliz con Menelao, cayó bajo la influencia de Afrodita y permitió que Paris la persuadiera para fugarse con él, llevándosela fuera de Troya. Menelao, entonces, convocó a los capitanes griegos para que lo ayudaran a rescatar a su mujer y, con pocas excepciones, ellos respondieron a su convocatoria. Durante nueve años de conflicto sin solución, Helena se sentó en su telar en el palacio de Troya tejiendo un tapiz con su dolorosa historia. Entonces Paris y Menelao decidieron trabar un singular combate entre los ejércitos opuestos y Helena fue citada para asistir al duelo. Cuando ella se aproximaba a la torre, donde el anciano rey Príamo y sus capitanes estaban sentados, su belleza era aún tan incomparable y su pena tan grande que nadie pudo sentir por ella más que compasión. Cuando los griegos ya daban por hecha la victoria de Menelao, Afrodita ayudó a Paris a escapar del enfurecido contendiente envolviéndolo en una nube y poniéndolo a salvo en la cámara de Helena, donde ésta lo consoló. Después de la caída de Troya, Menelao se reunió con su mujer y ambos salieron de Troya hacia su Grecia natal. Ellos, sin embargo, habían disgustado a los dioses y, por tanto, varias tormentas los arrastraron de una a otra costa del Mediterráneo, por lo que debieron detenerse en Chipre, Fenicia y Egipto. Al llegar finalmente a Esparta, Menelao y Helena retomaron su reinado y vivieron una situación de esplendor el resto de sus días. Tuvieron una hija, Hermíone. 



lunes, 23 de enero de 2012

El mercader de Venecia

Apliando nuestros conocimientos.
Esta obra fue escrita entre 1596 y 1598. Es clasificada como una comedia `temprana' igual que una de las obras problemáticas. Es una obra en la que se lucha contra el mal, pero también se tratan muchos otros temas y algunos se quedan sin resolver, como por ejemplo el racismo contra los judíos en aquella época.
La obra está dividida en cinco actos, acto primero con tres escenas, acto segundo con nueve, el tercero con cinco, el cuarto con dos y el último con una.
Argumento
En la historia del Mercader de Venecia Shakespeare hay dos historias: una de un prestador maligno que intenta cortar exactamente una libra de carne humana, y otro de un matrimonio contraído por la elección correcta de uno de los tres cofres. Una parte trata del judío prestador Shylock que quiere recobrar sus deudas de Antonio, un generoso y fiel Cristiano, cortándole una libra de carne. La otra parte tiene de protagonista a Porcia que guía a su marido Bassanio a la correcta decisión de defender a su amigo Antonio y finalmente le salva la vida, ayudándole a no tener que cumplir con su contrato con Shylock. Antonio, el “Mercader” del título, acepta un contrato con Shylock que es el centro de la acción de la obra: si no le devuelve el dinero prestado para su amigo Bassanio, Shylock puede cortarle una libra de carne. Cuando Antonio pierde todos sus barcos en el mar no tiene dinero suficiente para poder pagar a Shylock y va a juicio. Gracias a Porcia se libra de su contrato y no tiene que pagar con la libra de carne. Al final de la obra recibe una carta asegurándole el bienestar de sus barcos.
Es un personaje melancólico y triste. Si nos preguntamos por qué está triste, y creemos, que no es por su dinero, dado que es un hombre muy generoso que se arriesga a perderlo todo y acepta su castigo sin resistencia ninguna, entonces la única razón por la que puede estar triste es Bassanio. Lo abandonaría y perdería todo solo por ayudarle a su amigo lo que sospecha algo más que una simple amistad, lo que a sus sentimientos por él se refiere. Entonces la verdadera preocupación de Antonio no son sus negocios, sino Bassanio. Aunque el título de la obra no se refiere a él, Shylock es sin duda el protagonista de la obra. Es, al menos comparado con los otros personajes, un maldavo. Empieza la obra como un rico Judío, prestador de dinero, despreciado por los Venecianos por hacer dinero prestándolo con intereses, y, aún más, por su religión: los demás personajes a menudo se refieren a él nombrándolo simplemente „el judío“. Continuamente es humillado e insultado por los Venecianos. Su criado le deja por un pobre pero Cristiano noble. Su hija roba su dinero y se escapa con su amante Cristiano. Finalmente, le obligan a convertirse en un Cristiano.

Bassanio debería ser, en teoría, el héroe romántico de la obra. En ella se trata de su persecución de Porcia, con éxito, y del peligro que corre su amigo Antonio para poder financiar esa persecución. Lo consigue todo solo gracias a la ayuda de sus amigos. Logra llegar a Porcia gracias a su amigo Antonio y su sacrificio, gana a Porcia gracias a que siga las pistas que ella le da y no es él quien salva a Antonio, sino su mujer Porcia. Es el objeto del infinito amor de Antonio y Porcia y el beneficiario de su inteligencia y amabilidad. Se casa con Porcia por amor y hace todo por conseguir llegar a ella, hasta arriesga el perder a su amigo Antonio.
Temas y opinión
El tema principal del Mercader de Venecia es la comparación de la apariencia con la realidad. Ya en la introducción a la obra muestra un ejemplo, cuando Bassanio se prestó, y sigue prestando, dinero de Antonio para aparentar una mejor vida, a un nivel más alto del que realmente puede tener. Esta es una de las obras que más me han gustado, y aunque la película me parece un poco diferente aunque se mantiene fiel al texto original. Este libro muestra a Shylock como un ser malvado, un usurero que no le importará pedir una libra de carne si no se le entrega el dinero prestado. En un principio Shylock puede parecer un despiadado por pedir esa libra de carne, pero al leer el libro dos veces, uno puede llegar a cambiar de opinión, eso es al menos lo que me ocurrió a mí. Tras leer el libro dos veces por recomendación de mi profesor de teatro, llegué a la conclusión de que Shylock no es tan malvado como se puede pensar en un principi, ni Antonio tan bueno.
Más tarde, en Belmonte, Bassanio tiene que elegir entre el cofre de oro, de plata o de plomo para ganar a Porcia, con la que quiere casarse. Resulta que el cofre de plomo es la elección correcta, mostrando que lo que parece sin valor ninguno, puede tener el mayor valor del mundo.
Otro ejemplo es de cuando Shylock le presta dinero a Antonio sin intereses pero si Antonio no logra devolver el dinero en el tiempo establecido, pierde una libra de carne. Shylock le ofrece este trato de tal manera que parece generoso y hasta gracioso, pero en realidad quiere vengarse de las humillaciones que ha sufrido de Antonio.
La obra trata además del racismo, viendo que los Judíos son humillados y despreciados por los Venecianos, de la religión y también de la atractividad del oro y de la piedad de los Cristianos, que se ve claramente cuando Porcia ayuda a Antonio en el juicio, sin dañar realmente a Shylock. En el fondo le arruinan por el bien de su propia hija.
Sin embargo la obra no se concentra en la crueldad y el rechazo que sufre Shylock sino en una de las crueldades que comete él: insistir en la libra de carne que le prometió Antonio si no devuelve el dinero. Mientras los malvados normalmente violan la ley, el „crimen“ de Shylock es juzgado estrictamente. Es juzgado por su falta de compasión y finalmente, en el clímax de la obra, es burlado por Porcia en el juicio. Pero es difícil ver a Shylock como al maldavo, ya que más bien parece la víctima de la persecución del antijudismo inhumano. Sin duda es el personaje enigmático de la obra.
Personajes
        • Bassanio tiene muchos amigos, pero Graciano es el más llamativo. Es ingenioso, testarudo y un poco salvaje. En la primera escena es lo suficiente atrevido como para regañar a Antonio por su tristeza. Logra atraer y ganarse a la criada de Porcia, Nerissa.
  • Antonio: Un mercader Cristiano de Venecia que presta dinero de Shylock para su amigo Bassanio prometiéndole una libra de su carne en caso de no poder devolver el importe prestado en el plazo establecido.
  • Bassanio: Amigo íntimo de Antonio que necesita 3 000 ducados. Será marido de Porcia al elegir el cofre correcto.
  • Shylock: Un prestador judío de Venecia. Exige una libra de la carne de Antonio pero es obligado a convertirse en Cristiano al final de la obra. Pierde a su hija Jessica y la mayoría de sus pertenencias.
  • Porcia: Una heredera rica Cristiana que tiene que casarse con el hombre que elija un cofre de tres, el que contenga su imagen. Se casa con Bassanio y le salva la vida a Antonio.
  • Graciano, Salerio y Solanio: amigos de Bassanio y Antonio.
  • Lorenzo: Amigo de Bassanio y Antonio, amante de Jessica.
  • Jessica: La hija de Shylock que se escapa con Lorenzo.
  • Lancelot: El bufón, criado de Shylock y después de Bassanio.
  • Stefano y Balthasar: criados de Porcia

La Ilíada

Literatura Universal.

Comenzaremos el resumen por la base del inicio del conflicto: París, príncipe de Troya, fue enviado a visitar la corte de Menelao, rey de Esparta. Allí se enamora de Helena, Esposa de Menelao, y por poder de Afrodita, la mujer abandona su casa y Huye a Troya con Paris. Entonces Menelao, furioso y desesperado convoca a los demás reyes griegos, para emprender la guerra contra los troyanos y recuperar a Helena. A los 2 años los griegos se hacen a la mar , pues necesitaban construir navíos, movilizar guerreros, planear estrategias y consultar a los oráculos, y finalmente reunir los ejércitos bajo el comando de un solo jefe , el mando se confío a Agamenón rey de Micenas, hermano de Menelao. Además, tenía el mérito de haber reclutado la mayor parte de los navíos y de los soldados de la expedición. La lucha contra Troya se prolongó durante 9 años y los griegos no consiguieron derribar las murallas de la cuidad. Los troyanos hacían salidas ocasionales, pero ninguno de los adversarios podía jactarse de la victoria y parecía que la guerra nunca terminaría, no obstante en el décimo año la guerra concluyó. Es en ese décimo año donde se centra la “Iliada” de Homero.
Al décimo año de guerra sucede algo inesperado Aquiles y Agamenón discutieron, Aquiles se enoja con Agamenón y molesto retira a sus tropas.
Tetis no podía soportar ver a su hijo desgraciados, por lo que ruega a Zeus que castigue a Agamenón, y el dios envía un mensajero a Héctor el mas valiente de los troyanos, y le promete grandes victorias sobre los Griegos, enardecidos por este aliento avanzan fuera de los muros de su ciudad, mientras Héctor y Paris se acercan a los Guerreros Griegos. París propone resolver la guerra con un combate cuerpo a cuerpo con Menelao. Héctor ordena a su ejército hacer un alto y los heraldos proclaman el desafío. Todos se ponen de acuerdo para declarar victorioso al bando de aquel que venza en el duelo. Paris pierde y Afrodita lo salva transportándolo detrás de los muros de la ciudad antes de que Menelao le diera muerte, de esta manera la guerra habría terminado. Los troyanos tienen de su parte a Apolo, el arquero y Ares el dios de la guerra. Poco a poco los troyanos rechazan a los griegos que se ven empujados a sus navíos. Agamenón, sabiendo que necesita a Aquiles para la victoria intenta reconciliarse con él y pedirle que regrese a la contienda, pero éste rehusa.
Patroclo el amigo más querido de Aquiles le suplica que conduzca a sus hombres en contra del enemigo .Aquiles se niega, pero permite a Patroclo que vista su armadura. Patroclo a la cabeza de las tropas de Aquiles y llevando su armadura alcanza a las tropas griegas y hace retroceder a las tropas troyanas hasta las defensas de su ciudad, pero Héctor se bate con Patroclo, matándole y quitándole la armadura. Aquiles se entera de la muerte de su amigo y se enoja y se desespera tanto que sin armadura se precipita a ayudar a los hombres a conducir al campo el cuerpo de Patroclo. Tetis, la madre de Aquiles pide al herrero de los dioses, Efecto, que haga una nueva armadura para Aquiles. El dios accede y Aquiles viste la armadura que le da Tetis, se reconcilia con Agamenón y conduce de nuevo a los guerreros griegos al campo de batalla.
Los troyanos aterrados por la llegada de Aquiles le suplican a Héctor que se retire dentro de los muros de la cuidad, pero Héctor no quiere dejarse intimidar. Los griegos rechazan a los troyanos hasta las puertas mismas de la ciudad que se abren para dejarlos entrar. En esta ocasión el ejército griego está a punto de tomar la ciudad, pero Agenor, un guerrero troyano, inspirado por Apolo se mide con Aquiles. En clara desventaja, Agenor desaparece por obra de Apolo, que ocupa su lugar y separa a Aquiles de sus hombres. Aquiles corre hacia las puertas a través de las llanuras y allí se encuentra con Héctor. Héctor resultará muerto en el duelo en el que Aquiles venga a Patroclo. El troyano en su agonía pide que su cuerpo sea devuelto a los troyanos para que se le den los honores fúnebres. Aquiles, furioso, le niega la petición, arranca la armadura del cuerpo de Héctor y lo amarra a su carro y lo arrastra por todo el campo de batalla hasta el campo donde el cuerpo de Patroclo espera ser enterrado. Aquiles se niega a devolver el cuerpo de Héctor para los servicios fúnebres. Príamo hace preparar a su gente con un carro lleno de tesoros que el rey conduce por si mismo hasta llegar con el al campo de los griegos, va hacia Aquiles y le suplica este que le devuelva el cuerpo de su hijo a cambio del gran tesoro. Aquiles acepta y permite que el rey se lleve el cuerpo de su hijo.
4. Personajes
La cantidad de personajes que circulan a lo largo de la obra es considerablemente grande por lo cual he seleccionado solo a aquellos que considero de importancia más relevante, divididos en los dos bandos. He optado por prescindir de los dioses pese a su gran importancia argumental y centrarme más en los hombres y mujeres que vivieron la guerra.
Bando griego.
Aquiles: El mayor de los guerreros griegos en la guerra de Troya. Era hijo de la ninfa del mar, Tetis, y de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia. Aquiles libró muchas batallas durante el sitio de diez años a la ciudad de Troya. Cuando el príncipe troyano Héctor mató a Patroclo, el desconsolado Aquiles volvió a la batalla, mató a Héctor y arrastró su cuerpo triunfante detrás de su carro. Más tarde permitió a Príamo, rey de Troya, rescatar el cuerpo de Héctor.
Agamenón: Rey de Micenas y jefe de las fuerzas griegas en la guerra de Troya. Hijo de Atreo, padeció la maldición lanzada sobre su casa. Después de un sitio de diez años, cayó Troya y Agamenón volvió victorioso a Micenas.
Menelao: Rey de Esparta, hermano de Agamenón, rey de Micenas, y marido de Helena de Troya. Cuando el príncipe troyano Paris raptó a Helena, Menelao organizó una expedición para rescatarla. Bajo el mando de Agamenón, Menelao y los demás reyes griegos zarparon hacia Troya.
Áyax, Hijo de Telamón: Poderoso guerrero que combatió en la guerra de Troya. Era hijo de Telamón, rey de Salamina, y condujo a las fuerzas de esta isla hacia Troya. Un hombre corpulento, lento en el hablar pero veloz en la batalla.
Néstor: Rey de Pilos, hijo de Neleo y Cloris. Desde temprana edad, fue un guerrero sobresaliente que participaba en muchos de los grandes acontecimientos de su tiempo.
Odiseo: El más célebre de los héroes antiguos, gobernador de la isla de Ítaca y uno de los jefes del ejército griego durante la guerra de Troya. Popularmente es más conocido por su nombre latino, Ulises. Es el protagonista de la otra obra homérica, la “Odisea”, que toma su nombre de él.
Patroclo: Amigo predilecto del héroe Aquiles, a quien acompañó a la guerra de Troya. Patroclo murió a manos del capitán troyano, Héctor.
Calcas: Adivino más famoso entre los griegos en la época de la guerra de Troya. Por una sugerencia suya, los jefes griegos construyeron el caballo de Troya, gracias al cual las fuerzas griegas penetraron en la ciudad
Diomedes: Hijo de Tideo y de Deifile, fue el héroe favorito de Atenea y su protegido. Se unió a ejército griego en la guerra de Troya. En las huestes griegas, destaco junto a Ayax como uno de los mejores luchadores.
Bando troyano.
Héctor: Hijo mayor del rey Príamo y la reina Hécuba de Troya, y esposo de Andrómaca. Durante la contienda mata a Patroclo, el amigo amado de Aquiles, el héroe de los griegos. Aquiles, que se había retirado de la lucha por una disputa con el rey Agamenón, líder de las fuerzas griegas, vuelve al campo de batalla para vengar la muerte de su amigo. Desconsolado y frenético, persigue a Héctor tres veces alrededor de las murallas de Troya, lo mata y después ata el cadáver a su carro y lo arrastra por el exterior de las murallas hasta la pira funeraria de Patroclo. La “Iliada” concluye con una descripción del funeral celebrado en honor de Héctor. En contraste con el feroz Aquiles, Héctor simboliza el guerrero caballeroso.
Paris: Hijo de Príamo y de Hécuba, rey y reina de Troya. Una profecía había anticipado que Paris causaría la ruina de Troya y, por esa razón, Príamo lo abandonó en el monte Ida, donde unos pastores lo encontraron y lo criaron.

Casandra: Hija del rey Príamo y de la reina Hécuba de Troya. El dios Apolo, que amaba a Casandra, le concedió el don de la profecía, pero cuando ella se negó a corresponder a su amor, el dios volvió inútil el don haciendo que nadie creyera en sus predicciones. Casandra advirtió a los troyanos de muchos peligros, incluso del caballo de madera con el que los griegos entraron en la ciudad, pero fue desestimada como una loca.
Eneas: Hijo de Anquises, un príncipe troyano, y de Venus, diosa del amor. Después de la toma de Troya por los griegos, Eneas fue capaz, con la ayuda de su madre, de escapar de la ciudad caída. Con su padre anciano a cuestas y mientras guiaba a su hijo pequeño de la mano, hizo su camino hasta la costa. En la confusión de la fuga, su mujer quedó atrás.
Helena de Troya: La mujer más bella de Grecia, hija del dios Zeus y de Leda, mujer del rey Tindáreo de Esparta. Su fatal belleza fue la causa directa de la guerra de Troya.
Laoconte: Sacerdote de Apolo (o de Poseidón). Laoconte, temiendo el ardid que era el caballo de madera de los griegos, aconsejó vanamente a los jefes troyanos que destruyeran el regalo, advirtiendo: "Temo a los griegos hasta cuando llegan con regalos".
Príamo: Rey de Troya. Después de la muerte de su hijo Héctor a manos del héroe griego Aquiles, Príamo se dirigió al campo griego para recuperar el cuerpo de Héctor. Aquiles perdonó la vida a Príamo y le entregó el cadáver de su hijo para que recibiese sepultura, pero durante el saqueo de Troya, Neoptólemo, hijo de Aquiles lo mató

sábado, 21 de enero de 2012

Pinocho

No es bueno mentir, sino lee el siguiente cuento universal.
En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.
Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo. Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, le crecía la nariz poniéndosele colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.
Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

Alibabá y los cuarenta ladrones

 Practica nuevos valores leyendo cuentos clásicos


El cuento de Pulgarcito.
Erase una vez un pobre campesino. Una noche mientras se encontraba sentado atizando el fuego, mientras que su esposa hilaba sentada a su lado Ambos se lamentaban de hallarse en un hogar sin niños.

-¡Qué triste es no tener hijos! -dijo él-. En esta casa siempre hay silencio, mientras que en los demás hogares hay tanto bullicio y alegría...El cuento de Pulgarcito.
Erase una vez un pobre campesino. Una noche mientras se encontraba sentado atizando el fuego, mientras que su esposa hilaba sentada a su lado Ambos se lamentaban de hallarse en un hogar sin niños.

-¡Qué triste es no tener hijos! -dijo él-. En esta casa siempre hay silencio, mientras que en los demás hogares hay tanto bullicio y alegría...

-¡Es verdad! -contestó la mujer suspirando-. Si por lo menos tuviéramos uno, aunque fuese muy pequeño y no mayor que el pulgar, seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.

Y entonces sucedió que la mujer se indispuso y, después de siete meses, dio a luz a un niño completamente normal en todo, si exceptuamos que no era más grande que un dedo pulgar.

-Es tal como lo habíamos deseado. Va a ser nuestro hijo querido.

Y debido a su tamaño lo llamaron Pulgarcito. No le escatimaron la comida, pero el niño no creció y se quedó tal como era en el momento de nacer. Sin embargo, tenía una mirada inteligente y pronto dio muestras de ser un niño listo y hábil, al que le salía bien cualquier cosa que se propusiera.

Un día, el campesino se aprestaba a ir al bosque a cortar leña y dijo para sí:

-Ojalá tuviera a alguien que me llevase el carro.

-¡Oh, padre! -exclamó Pulgarcito- ¡Ya te llevaré yo el carro! ¡Puedes confiar en mí! En el momento oportuno lo tendrás en el bosque.

El hombre se echó a reír y dijo:

-¿Cómo podría ser eso? Eres demasiado pequeño para llevar de las bridas al caballo.

-¡Eso no importa, padre! Si mamá lo engancha, yo me pondré en la oreja del caballo y le iré diciendo al oido por dónde ha de ir.

-¡Está bien! -contestó el padre-, probaremos una vez.

Cuando llegó la hora, la madre enganchó el carro y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo, donde el pequeño se puso a gritarle por dónde tenía que ir, tan pronto con un "¡Heiii!", como con un "¡Arre!". Todo fue tan bien como si un conductor de experiencia condujese el carro, encaminándose derecho hacia el bosque.

Sucedió que, justo al doblar un recodo del camino, cuando el pequeño iba gritando "¡Arre! ¡Arre!" , acertaron a pasar por allí dos forasteros.

-¡Cómo es eso! -dijo uno- ¿Qué es lo que pasa? Ahí va un carro, y alguien va arreando al caballo; sin embargo no se ve a nadie conduciéndolo.

-Todo es muy extraño -dijo el otro-. Vamos a seguir al carro para ver dónde se para.

Pero el carro se internó en pleno bosque y llegó justo al sitio donde estaba la leña cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:

-¿Ves, padre? Ya he llegado con el carro. Bájame ahora del caballo.

El padre tomó las riendas con la mano izquierda y con la derecha sacó a su hijo de la oreja del caballo. Pulgarcito se sentó feliz sobre una brizna de hierba. Cuando los dos forasteros lo vieron se quedaron tan sorprendidos que no supieron qué decir. Ambos se escondieron, diciéndose el uno al otro:

-Oye, ese pequeñín bien podría hacer nuestra fortuna si lo exhibimos en la ciudad y cobramos por enseñarlo. Vamos a comprarlo.

Se acercaron al campesino y le dijeron:

-Véndenos al pequeño; estará muy bien con nosotros.

-No -respondió el padre- es mi hijo querido y no lo vendería ni por todo el oro del mundo.

Pero al oír esta propuesta, Pulgarcito trepó por los pliegues de la ropa de su padre, se colocó sobre su hombro y le susurró al oído:

-Padre, véndeme, que ya sabré yo cómo regresar a casa.

Entonces, el padre lo entregó a los dos hombres a cambio de una buena cantidad de dinero.

-¿Dónde quieres sentarte? -le preguntaron.

-¡Da igual ! Colocadme sobre el ala de un sombrero; ahí podré pasearme de un lado para otro, disfrutando del paisaje, y no me caeré.

Cumplieron su deseo y, cuando Pulgarcito se hubo despedido de su padre, se pusieron todos en camino. Viajaron hasta que anocheció y Pulgarcito dijo entonces:

-Bajadme un momento; tengo que hacer una necesidad.

-No, quédate ahí arriba -le contestó el que lo llevaba en su cabeza-. No me importa. Las aves también me dejan caer a menudo algo encima.

-No -respondió Pulgarcito-, yo también sé lo que son las buenas maneras. Bajadme inmediatamente.

El hombre se quitó el sombrero y puso a Pulgarcito en un sembrado al borde del camino. Por un momento dio saltitos entre los terrones de tierra y, de repente, se metió en una madriguera que había localizado desde arriba.

-¡Buenas noches, señores, sigan sin mí! -les gritó con un tono de burla.

Los hombres se acercaron corriendo y rebuscaron con sus bastones en la madriguera del ratón, pero su esfuerzo fue inútil. Pulgarcito se arrastró cada vez más abajo y, como la oscuridad no tardó en hacerse total, se vieron obligados a regresar, burlados y con las manos vacías.

Cuando Pulgarcito advirtió que se habían marchado, salió de la madriguera.

-Es peligroso atravesar estos campos de noche -pensó-; sería muy fácil caerse y romperse un hueso.

Por fortuna tropezó con una concha vacía de caracol.

-¡Gracias a Dios! -exclamó- Ahí podré pasar la noche con tranquilidad.

Y se metió dentro del caparazón. Un momento después, cuando estaba a punto de dormirse, oyó pasar a dos hombres; uno de ellos decía:

-¿Cómo haremos para robarle al cura rico todo su oro y su plata?

-¡Yo podría decírtelo! -se puso a gritar Pulgarcito.

-¿Qué fue eso? -dijo uno de los espantados ladrones-; he oído hablar a alguien.

Se quedaron quietos escuchando, y Pulgarcito insistió:

-Llévadme con vosotros y os ayudaré.

-¿Dónde estás?

-Buscad por la tierra y fijaos de dónde viene la voz -contestó.

Por fin los ladrones lo encontraron y lo alzaron hasta ellos.

-A ver, pequeñajo, ¿cómo vas a ayudarnos?

-¡Escuchad! Yo me deslizaré por las cañerías hasta la habitación del cura y os iré pasando todo cuanto queráis.

-¡Está bien! Veremos qué sabes hacer.

Cuando llegaron a la casa del cura, Pulgarcito se introdujo en la habitación y se puso a gritar con todas sus fuerzas.

-¿Quereis todo lo que hay aquí?

Los ladrones se estremecieron y le dijeron:

-Baja la voz para que nadie se despierte.

Pero Pulgarcito hizo como si no entendiera y continuó gritando:

-¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?

La cocinera, que dormía en la habitación de al lado, oyó estos gritos, se incorporó en su cama y se puso a escuchar, pero los ladrones asustados se habían alejado un poco. Por fin recobraron el valor diciéndose:

-Ese pequeñajo quiere burlarse de nosotros.

Regresaron y le susurraron:

-Vamos, nada de bromas y pásanos alguna cosa.

Entonces, Pulgarcito se puso a gritar de nuevo con todas sus fuerzas:

-Sí, quiero daros todo; sólo tenéis que meter las manos.

La cocinera, que ahora oyó todo claramente, saltó de su cama y se acercó corriendo a la puerta. Los ladrones, atemorizados, huyeron como si los persiguiese el diablo, y la criada, que no veía nada, fue a encender una vela. Cuando regresó, Pulgarcito, sin ser descubierto, se había escondido en el pajar. La sirvienta, después de haber registrado todos los rincones y no encontrar nada, acabó por volver a su cama y supuso que había soñado despierta.

Pulgarcito había trepado por la paja y en ella encontró un buen lugar para dormir. Quería descansar allí hasta que se hiciese de día para volver luego con sus padres, pero aún habrían de ocurrirle otras muchas cosas antes de poder regresar a su casa.

Como de costumbre, la criada se levantó antes de que despuntase el día para dar de comer a los animales. Fue primero al pajar, y de allí tomó una brazada de heno, precisamente del lugar en donde dormía Pulgarcito. Estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta de nada, y no despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca que se había tragado el heno.

-¡Oh, Dios mío! -exclamó-. ¿Cómo he podido caer en este molino?

Pero pronto se dio cuenta de dónde se encontraba. No pudo hacer otra cosa sino evitar ser triturado por los dientes de la vaca; mas no pudo evitar resbalar hasta el estómago.

-En esta habitación tan pequeña se han olvidado de hacer una ventana -se dijo-, y no entra el sol y tampoco veo ninguna luz.

Este lugar no le gustaba nada, y lo peor era que continuamente entraba más paja por la puerta, por lo que el espacio iba reduciéndose cada vez más. Entonces, presa del pánico, gritó con todas sus fuerzas:

-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!

La moza estaba ordeñando a la vaca cuando oyó hablar sin ver a nadie, y reconoció que era la misma voz que había escuchado por la noche. Se asustó tanto que cayó del taburete y derramó toda la leche. Corrió entonces a toda velocidad hasta donde se encontraba su amo y le dijo:

-¡Ay, señor cura, la vaca ha hablado!

-¡Estás loca! -repuso el cura.

Y se dirigió al establo a ver lo que ocurría; pero, apenas cruzó el umbral, cuando Pulgarcito se puso a gritar de nuevo:

-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!

Ante esto, el mismo cura también se asustó, suponiendo que era obra del diablo, y ordenó que se matara a la vaca. Entonces la vaca fue descuartizada y el estómago, donde estaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estiércol. Nuestro amigo hizo ímprobos esfuerzos por salir de allí y, cuando ya por fin empezaba a sacar la cabeza, le aconteció una nueva desgracia. Un lobo hambriento, que acertó a pasar por el lugar, se tragó el estómago de un solo bocado. Pulgarcito no perdió los ánimos. «Quizá -pensó- este lobo sea comprensivo». Y, desde el fondo de su panza, se puso a gritarle:

-¡Querido lobo, sé donde hallar un buena comida para ti!

-¿Adónde he de ir? -preguntó el lobo.

-En tal y tal casa. No tienes más que entrar por la trampilla de la cocina y encontrarás tortas, tocino y longanizas, tanto como desees comer.

Y Pulgarcito le describió minuciosamente la casa de sus padres.

El lobo no necesitó que se lo dijeran dos veces. Por la noche entró por la trampilla de la cocina y, en la despensa, comió de todo con inmenso placer. Cuando estuvo harto, quiso salir, pero había engordado tanto que ya no cabía por el mismo sitio. Pulgarcito, que lo tenía todo previsto, comenzó a patalear y a gritar dentro de la barriga del lobo.

-¿Te quieres estar quieto? -le dijo el lobo-. Vas a despertar a todo el mundo.

-¡Ni hablar! -contestó el pequeño-. ¿No has disfrutado bastante ya? Ahora yo también quiero divertirme.

Y se puso de nuevo a gritar con todas sus fuerzas. Los chillidos despertaron finalmente a sus padres, quienes corrieron hacia la despensa y miraron por una rendija. Cuando vieron al lobo, el hombre corrió a buscar el hacha y la mujer la hoz.

-Quédate detrás de mí -dijo el hombre al entrar en la despensa-. Primero le daré un golpe con el hacha y, si no ha muerto aún, le atizarás con la hoz y le abrirás las tripas.

Cuando Pulgarcito oyó la voz de su padre, gritó:

-¡Querido padre, estoy aquí; aquí, en la barriga del lobo!

-¡Gracias a Dios! -dijo el padre-. ¡Ya ha aparecido nuestro querido hijo!

Y le indicó a su mujer que no usara la hoz, para no herir a Pulgarcito. Luego, blandiendo el hacha, asestó al lobo tal golpe en la cabeza que éste cayó muerto. Entonces fueron a buscar un cuchillo y unas tijeras, le abrieron la barriga al lobo y sacaron al pequeño.

-¡Qué bien! -dijo el padre-. ¡No sabes lo preocupados que estábamos por ti!

-¡Sí, padre, he vivido mil aventuras. ¡Gracias a Dios que puedo respirar de nuevo aire freco!

-Pero, ¿dónde has estado?

-¡Ay, padre!, he estado en la madriguera de un ratón, en el estómago de una vaca y en la barriga de un lobo. Ahora estoy por fin con vosotros.

-Y no te volveremos a vender ni por todo el oro del mundo.

Y abrazaron y besaron con mucho cariño a su querido Pulgarcito; le dieron de comer y de beber, lo bañaron y le pusieron ropas nuevas, pues las que llevaba se habían estropeado en su accidentado viaje.



-¡Es verdad! -contestó la mujer suspirando-. Si por lo menos tuviéramos uno, aunque fuese muy pequeño y no mayor que el pulgar, seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.

Y entonces sucedió que la mujer se indispuso y, después de siete meses, dio a luz a un niño completamente normal en todo, si exceptuamos que no era más grande que un dedo pulgar.

-Es tal como lo habíamos deseado. Va a ser nuestro hijo querido.

Y debido a su tamaño lo llamaron Pulgarcito. No le escatimaron la comida, pero el niño no creció y se quedó tal como era en el momento de nacer. Sin embargo, tenía una mirada inteligente y pronto dio muestras de ser un niño listo y hábil, al que le salía bien cualquier cosa que se propusiera.

Un día, el campesino se aprestaba a ir al bosque a cortar leña y dijo para sí:

-Ojalá tuviera a alguien que me llevase el carro.

-¡Oh, padre! -exclamó Pulgarcito- ¡Ya te llevaré yo el carro! ¡Puedes confiar en mí! En el momento oportuno lo tendrás en el bosque.

El hombre se echó a reír y dijo:

-¿Cómo podría ser eso? Eres demasiado pequeño para llevar de las bridas al caballo.

-¡Eso no importa, padre! Si mamá lo engancha, yo me pondré en la oreja del caballo y le iré diciendo al oido por dónde ha de ir.

-¡Está bien! -contestó el padre-, probaremos una vez.

Cuando llegó la hora, la madre enganchó el carro y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo, donde el pequeño se puso a gritarle por dónde tenía que ir, tan pronto con un "¡Heiii!", como con un "¡Arre!". Todo fue tan bien como si un conductor de experiencia condujese el carro, encaminándose derecho hacia el bosque.

Sucedió que, justo al doblar un recodo del camino, cuando el pequeño iba gritando "¡Arre! ¡Arre!" , acertaron a pasar por allí dos forasteros.

-¡Cómo es eso! -dijo uno- ¿Qué es lo que pasa? Ahí va un carro, y alguien va arreando al caballo; sin embargo no se ve a nadie conduciéndolo.

-Todo es muy extraño -dijo el otro-. Vamos a seguir al carro para ver dónde se para.

Pero el carro se internó en pleno bosque y llegó justo al sitio donde estaba la leña cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:

-¿Ves, padre? Ya he llegado con el carro. Bájame ahora del caballo.

El padre tomó las riendas con la mano izquierda y con la derecha sacó a su hijo de la oreja del caballo. Pulgarcito se sentó feliz sobre una brizna de hierba. Cuando los dos forasteros lo vieron se quedaron tan sorprendidos que no supieron qué decir. Ambos se escondieron, diciéndose el uno al otro:

-Oye, ese pequeñín bien podría hacer nuestra fortuna si lo exhibimos en la ciudad y cobramos por enseñarlo. Vamos a comprarlo.

Se acercaron al campesino y le dijeron:

-Véndenos al pequeño; estará muy bien con nosotros.

-No -respondió el padre- es mi hijo querido y no lo vendería ni por todo el oro del mundo.

Pero al oír esta propuesta, Pulgarcito trepó por los pliegues de la ropa de su padre, se colocó sobre su hombro y le susurró al oído:

-Padre, véndeme, que ya sabré yo cómo regresar a casa.

Entonces, el padre lo entregó a los dos hombres a cambio de una buena cantidad de dinero.

-¿Dónde quieres sentarte? -le preguntaron.

-¡Da igual ! Colocadme sobre el ala de un sombrero; ahí podré pasearme de un lado para otro, disfrutando del paisaje, y no me caeré.

Cumplieron su deseo y, cuando Pulgarcito se hubo despedido de su padre, se pusieron todos en camino. Viajaron hasta que anocheció y Pulgarcito dijo entonces:

-Bajadme un momento; tengo que hacer una necesidad.

-No, quédate ahí arriba -le contestó el que lo llevaba en su cabeza-. No me importa. Las aves también me dejan caer a menudo algo encima.

-No -respondió Pulgarcito-, yo también sé lo que son las buenas maneras. Bajadme inmediatamente.

El hombre se quitó el sombrero y puso a Pulgarcito en un sembrado al borde del camino. Por un momento dio saltitos entre los terrones de tierra y, de repente, se metió en una madriguera que había localizado desde arriba.

-¡Buenas noches, señores, sigan sin mí! -les gritó con un tono de burla.

Los hombres se acercaron corriendo y rebuscaron con sus bastones en la madriguera del ratón, pero su esfuerzo fue inútil. Pulgarcito se arrastró cada vez más abajo y, como la oscuridad no tardó en hacerse total, se vieron obligados a regresar, burlados y con las manos vacías.

Cuando Pulgarcito advirtió que se habían marchado, salió de la madriguera.

-Es peligroso atravesar estos campos de noche -pensó-; sería muy fácil caerse y romperse un hueso.

Por fortuna tropezó con una concha vacía de caracol.

-¡Gracias a Dios! -exclamó- Ahí podré pasar la noche con tranquilidad.

Y se metió dentro del caparazón. Un momento después, cuando estaba a punto de dormirse, oyó pasar a dos hombres; uno de ellos decía:

-¿Cómo haremos para robarle al cura rico todo su oro y su plata?

-¡Yo podría decírtelo! -se puso a gritar Pulgarcito.

-¿Qué fue eso? -dijo uno de los espantados ladrones-; he oído hablar a alguien.

Se quedaron quietos escuchando, y Pulgarcito insistió:

-Llévadme con vosotros y os ayudaré.

-¿Dónde estás?

-Buscad por la tierra y fijaos de dónde viene la voz -contestó.

Por fin los ladrones lo encontraron y lo alzaron hasta ellos.

-A ver, pequeñajo, ¿cómo vas a ayudarnos?

-¡Escuchad! Yo me deslizaré por las cañerías hasta la habitación del cura y os iré pasando todo cuanto queráis.

-¡Está bien! Veremos qué sabes hacer.

Cuando llegaron a la casa del cura, Pulgarcito se introdujo en la habitación y se puso a gritar con todas sus fuerzas.

-¿Quereis todo lo que hay aquí?

Los ladrones se estremecieron y le dijeron:

-Baja la voz para que nadie se despierte.

Pero Pulgarcito hizo como si no entendiera y continuó gritando:

-¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?

La cocinera, que dormía en la habitación de al lado, oyó estos gritos, se incorporó en su cama y se puso a escuchar, pero los ladrones asustados se habían alejado un poco. Por fin recobraron el valor diciéndose:

-Ese pequeñajo quiere burlarse de nosotros.

Regresaron y le susurraron:

-Vamos, nada de bromas y pásanos alguna cosa.

Entonces, Pulgarcito se puso a gritar de nuevo con todas sus fuerzas:

-Sí, quiero daros todo; sólo tenéis que meter las manos.

La cocinera, que ahora oyó todo claramente, saltó de su cama y se acercó corriendo a la puerta. Los ladrones, atemorizados, huyeron como si los persiguiese el diablo, y la criada, que no veía nada, fue a encender una vela. Cuando regresó, Pulgarcito, sin ser descubierto, se había escondido en el pajar. La sirvienta, después de haber registrado todos los rincones y no encontrar nada, acabó por volver a su cama y supuso que había soñado despierta.

Pulgarcito había trepado por la paja y en ella encontró un buen lugar para dormir. Quería descansar allí hasta que se hiciese de día para volver luego con sus padres, pero aún habrían de ocurrirle otras muchas cosas antes de poder regresar a su casa.

Como de costumbre, la criada se levantó antes de que despuntase el día para dar de comer a los animales. Fue primero al pajar, y de allí tomó una brazada de heno, precisamente del lugar en donde dormía Pulgarcito. Estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta de nada, y no despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca que se había tragado el heno.

-¡Oh, Dios mío! -exclamó-. ¿Cómo he podido caer en este molino?

Pero pronto se dio cuenta de dónde se encontraba. No pudo hacer otra cosa sino evitar ser triturado por los dientes de la vaca; mas no pudo evitar resbalar hasta el estómago.

-En esta habitación tan pequeña se han olvidado de hacer una ventana -se dijo-, y no entra el sol y tampoco veo ninguna luz.

Este lugar no le gustaba nada, y lo peor era que continuamente entraba más paja por la puerta, por lo que el espacio iba reduciéndose cada vez más. Entonces, presa del pánico, gritó con todas sus fuerzas:

-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!

La moza estaba ordeñando a la vaca cuando oyó hablar sin ver a nadie, y reconoció que era la misma voz que había escuchado por la noche. Se asustó tanto que cayó del taburete y derramó toda la leche. Corrió entonces a toda velocidad hasta donde se encontraba su amo y le dijo:

-¡Ay, señor cura, la vaca ha hablado!

-¡Estás loca! -repuso el cura.

Y se dirigió al establo a ver lo que ocurría; pero, apenas cruzó el umbral, cuando Pulgarcito se puso a gritar de nuevo:

-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!

Ante esto, el mismo cura también se asustó, suponiendo que era obra del diablo, y ordenó que se matara a la vaca. Entonces la vaca fue descuartizada y el estómago, donde estaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estiércol. Nuestro amigo hizo ímprobos esfuerzos por salir de allí y, cuando ya por fin empezaba a sacar la cabeza, le aconteció una nueva desgracia. Un lobo hambriento, que acertó a pasar por el lugar, se tragó el estómago de un solo bocado. Pulgarcito no perdió los ánimos. «Quizá -pensó- este lobo sea comprensivo». Y, desde el fondo de su panza, se puso a gritarle:

-¡Querido lobo, sé donde hallar un buena comida para ti!

-¿Adónde he de ir? -preguntó el lobo.

-En tal y tal casa. No tienes más que entrar por la trampilla de la cocina y encontrarás tortas, tocino y longanizas, tanto como desees comer.

Y Pulgarcito le describió minuciosamente la casa de sus padres.

El lobo no necesitó que se lo dijeran dos veces. Por la noche entró por la trampilla de la cocina y, en la despensa, comió de todo con inmenso placer. Cuando estuvo harto, quiso salir, pero había engordado tanto que ya no cabía por el mismo sitio. Pulgarcito, que lo tenía todo previsto, comenzó a patalear y a gritar dentro de la barriga del lobo.

-¿Te quieres estar quieto? -le dijo el lobo-. Vas a despertar a todo el mundo.

-¡Ni hablar! -contestó el pequeño-. ¿No has disfrutado bastante ya? Ahora yo también quiero divertirme.

Y se puso de nuevo a gritar con todas sus fuerzas. Los chillidos despertaron finalmente a sus padres, quienes corrieron hacia la despensa y miraron por una rendija. Cuando vieron al lobo, el hombre corrió a buscar el hacha y la mujer la hoz.

-Quédate detrás de mí -dijo el hombre al entrar en la despensa-. Primero le daré un golpe con el hacha y, si no ha muerto aún, le atizarás con la hoz y le abrirás las tripas.

Cuando Pulgarcito oyó la voz de su padre, gritó:

-¡Querido padre, estoy aquí; aquí, en la barriga del lobo!

-¡Gracias a Dios! -dijo el padre-. ¡Ya ha aparecido nuestro querido hijo!

Y le indicó a su mujer que no usara la hoz, para no herir a Pulgarcito. Luego, blandiendo el hacha, asestó al lobo tal golpe en la cabeza que éste cayó muerto. Entonces fueron a buscar un cuchillo y unas tijeras, le abrieron la barriga al lobo y sacaron al pequeño.

-¡Qué bien! -dijo el padre-. ¡No sabes lo preocupados que estábamos por ti!

-¡Sí, padre, he vivido mil aventuras. ¡Gracias a Dios que puedo respirar de nuevo aire freco!

-Pero, ¿dónde has estado?

-¡Ay, padre!, he estado en la madriguera de un ratón, en el estómago de una vaca y en la barriga de un lobo. Ahora estoy por fin con vosotros.

-Y no te volveremos a vender ni por todo el oro del mundo.

Y abrazaron y besaron con mucho cariño a su querido Pulgarcito; le dieron de comer y de beber, lo bañaron y le pusieron ropas nuevas, pues las que llevaba se habían estropeado en su accidentado viaje.

El gato con botas

Había una vez...
...Un molinero que tenía tres hijos.
A su muerte, el pobre molinero les dejó a sus hijos, como únicos bienes: su molino, su burro y su gato. Muy pronto se hizo el reparto, para el cual no se necesitó notario ni otra autoridad; nada sobró del pobre patrimonio. El hijo mayor se quedó con el molino, el segundo recibió el burro y el menor sólo se quedó con el Gato; estaba desconsolado por tener tan poco.

—Mis hermanos —decía— podrán ganarse la vida honradamente trabajando juntos; en cambio yo, en cuanto me haya comido mi gato y haya hecho una bufanda con su piel, moriré de hambre.
El Gato, al oír este discurso, le dijo con un aire comedido y grave:
—No te aflijas en lo absoluto, mi amo, no tienes más que darme un saco y hacerme un par de botas para ir por los zarzales, y ya verás que tu herencia no es tan poca cosa como tú crees.
Aunque el amo del Gato no hizo mucho caso al oírlo, lo había visto actuar con tanta agilidad para atrapar ratas y ratones, y cuando se colgaba de sus patas traseras o cuando se escondía en la harina haciéndose el muerto, que no perdió la esperanza de que lo socorriera en su miseria. En cuanto el Gato tuvo lo que había solicitado, se calzó rápidamente las botas, se colocó el saco al cuello tomando los cordones con sus patas delanteras y se dirigió hacia un conejal en donde había muchos conejos. Puso salvado y hierbas dentro del saco, y se tendió en el suelo como si estuviese muerto; esperó que un tierno conejo poco conocedor de las tretas de este mundo viniera a meterse en el saco para comer lo que en él había. Apenas se hubo acostado tuvo un gran regocijo; un tierno y aturdido conejo entró en el saco. El Gato tiró de los cordones para atraparlo y luego lo mató sin misericordia. Orgulloso de su proeza, se dirigió hacia donde vivía el Rey y pidió que lo dejaran entrar para hablar con él. Le hicieron pasar a las habitaciones de Su Majestad; después de hacer una gran reverencia al Rey, le dijo:
—He aquí, Señor, un conejo de campo que el Señor Marqués de Carabás (que es el nombre que se le ocurrió dar a su amo) me ha encargado ofrecerle de su parte.
—Dile a tu amo —contestó el Rey—, que se lo agradezco, y que me halaga en gran medida.

En otra ocasión, fue a esconderse en un trigal dejando también el saco abierto; en cuanto dos perdices entraron en él, tiró de los cordones y capturó a ambas. Enseguida se fue a regalárselas al rey, tal como había hecho con el conejo de campo. Una vez más, el Rey se sintió halagado al recibir las dos perdices, y ordenó que le dieran de beber. Durante dos o tres meses el Gato continuó llevando al Rey las piezas que cazaba y le decía que su amo lo enviaba. Un día se enteró que el Rey iría de paseo por la ribera del río con su hija, la princesa más bella del mundo,. y le dijo a su amo:
—Si sigues mi consejo podrás hacer fortuna; no tienes más que meterte en el río en el lugar que yo te indique y después dejarme actuar.
El Marqués de Carabás hizo lo que su Gato le aconsejaba, sin saber con qué fines lo hacía. Mientras se bañaba, pasó por ahí el Rey, y el Gato se puso a gritar con todas sus fuerzas:
—¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Que se ahoga el Marqués de Carabás!
Al oír los gritos el Rey se asomó por la ventanilla y al reconocer al Gato que tantas piezas de caza le había entregado, ordenó a sus guardias que fueran prestos al auxilio del Marqués de Carabás. Mientras sacaban del río al pobre Marqués, el Gato se acercó a la carroza y le dijo al Rey que durante el baño de su amo unos ladrones habían llegado y se llevaron sus ropas, a pesar de que él les gritó con toda su fuerza; el Gato las había escondido tras una enorme piedra. Al instante, el Rey ordenó a los oficiales de su guardarropa que fueran a buscar uno de sus más bellos trajes para dárselo al Marqués de Carabás.

El Rey le hizo mil halagos, y como los hermosos ropajes que acababan de darle realzaban su figura (pues era guapo y de buen porte), la hija del rey lo encontró muy de su agrado; además, como el Marqués de Carabás le dirigió dos o tres miradas, muy respetuosas y un poco tiernas, ella se enamoró enseguida de él. El rey quiso que subiera a su carroza y que los acompañara en su paseo. El gato, encantado al ver que su plan empezaba a dar resultado, se adelantó a ellos, y cuando encontró a unos campesinos que segaban un campo les dijo:

—Buena gente, si no decías al rey que el campo que estáis segando pertenece al Marqués de Carabás, seréis hechos picadillos y convertidos en paté.
Al pasar por ahí, el rey no olvidó preguntar a los segadores de quién era el campo que segaban.
-Estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, Señor.- respondieron los labriegos- Al marqués de Carabás, al Marqués de Carabás.
El rey, al ver tantas riquezas del Marqués de carabás, decidió casar a su hija con el hijo menor del molinero, mientras el gato le presentaba todos los respetos y se había convertido en el gato más famoso de toda la comarca.
Y su Señor, el marqués de Carabás, en un joven príncipe, y las puertas reales se abrieron para dar paso a la feliz pareja.
y allí vivieron felices, y el gato con botas, como recompensa de su amo, vivió también en aquel castillo tan bonito.



Buena suerte con el gato.

Cuentos infantiles

Se le recomienda leer El patito feo.


En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía intacto.
Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más grande, ycomo era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito  para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y Feo.
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún mas feo, y tenía que soportar las burlas de todos.

Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse de la granja. Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato.
El patito salió corriendo como pudo de allí. El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez.Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el estanque. Y uno de los cisnes le contestó:
- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
Y le dijo el patito:
- ¿Cómo que soy uno de los vuestros? Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.
Y ellos le dijeron:
- Entonces, mira tu reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te engañamos.
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.

sábado, 7 de enero de 2012

Cómo escribir una poesía. Super creativo

     Ejemplo:
     Queremos escribir un poema a la madre.
     Pasos a seguir:
        1. Escribe 8 palabras relacionadas  al tema que has elegido, en este caso, la madre.
           Ejemplo:
          1. Amor.
          2. Vida.
          3. Ternura.
          4. Tesoro.
          5. Perdón.
          6. Sacrificio.
          7. Amistad.
          8. Tranquildad.
      2. Expresa con un lenguaje poético: metáforas, comparaciones, paradojas, etc, etc. a partir de las
          palabras anteriores, relacionadas al tema: la madre.
          Ejemplo:
          1. Amor: Bendición de Dios.
          2.Vida:   Latido del corazón.
          3.Ternura: Dulce alegría.
          4. Tesoro: Incomparable valor.
          5. Perdón: Fuente cristalina de comprensión.
          6. Sacrificio: Agua en el desierto.
          7. Amistad: Mano sincera.
          8. Tranquilidad: Aquieta las tempestades.
     3. Escribimos el poema utilizando las expresiones poéticas. En los casos necesarios utilizamos nexos y
         algunas frases necesarias para demostrar nuestra CREATIVIDAD
                             L A      M A D R E
                    Es la bendición de Dios
                    que enciende la luz de la vida
                    en cada latido del corazón.
                    Es la dulce alegría
                    de la felicidad,
                    el incomparable valor
                    que ni el oro
                     ni la plata tienen.
                     Madre,
                    es la fuente cristalina de comprensión,
                     por su inmenso sacrificio
                    es el agua en el desierto;
                    el calor en la montaña.
                    Es la mano sincera
                    que aquieta las tempestades
                    y alegra los corazones.