jueves, 16 de febrero de 2012

Cuento Recreativo 7 G Botas

Valores 7
EL GATO CON BOTAS
El tiempo que avanza indubitable sin prisa y sin pausa, la muerte que indolente no respeta ni pobres ni ricos, ni chicos ni grandes, en su momento le exigieron rendir cuentas a un anciano molinero que vivía en la ceja de selva y tuvo que llamar, antes de expirar, a sus tres hijos para repartir su escasa herencia: al hijo primogénito le dio el antiguo molino, el segundo y más estudioso recibió el jumento y el menor solo recibió el gato.
Al ver la tristeza de su amo, el gato le dijo:
–No juzgues las apariencias. No todo lo que brilla es oro. Hay cosas pequeñas que valen mucho y cosas grandes que valen poco. Cómprame unas botas y una capa y yo te haré rico.
            El joven después de escuchar filosofar al gato concedió su pedido.
            El gato con botas se fue al bosque. Puso una trampa y cayeron dos conejos y sin pérdida de tiempo lo llevó al rey como regalo del Marqués de Carabás. Días después cazó dos perdices y también se los llevó al rey como regalo del Marqués de Carabás y el monarca en retribución de tan noble gesto le envió un cofre con piedras preciosas.
            Una semana después, en que el rey y su hija pasaban con su carruaje cerca al río, el gato de dijo a su amo.
–¡Señor, quita tu ropa, lánzate al agua, no digas nada y serás rico!
            El joven obedeció. El gato con botas, con prontitud, ocultó las prendas humildes de su amo y como  el sonido el carruaje era cada vez más intenso, anunciando la presencia del rey, se puso a gritar cerca al puente:
–¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡El  Marqués de Carabás ha caído al agua!
            El rey al reconocer la voz del gato ordenó a sus vasallos socorrer al ilustre noble.
            El gato con botas, todavía muy asustado, explicó:
–Fuimos atacados por unos bribones que se robaron hasta las prendas de mi amo.
            Los siervos, por orden el rey, ataviaron al joven con la vestimenta real y lo llevaron al carruaje. La hija del rey encantada por el apuesto joven se enamoró.
            El gato con botas, de acuerdo a su plan, se adelantó al carruaje argumentado al rey sus quehaceres  y avisó a la gente que el rey pasaría por ahí y a la pregunta del rey: “¿De quién son estas tierras?” Deberían contestar: “Estas tierras son de propiedad del Marqués de Carabás” Y así lo hicieron.
            Luego, el gato con botas se dirigió al castillo del malvado mago que según aducía era el dueño de esas tierras y le dijo:
–Quiero saber si es cierto que usted es un extraordinario mago.
–Sí –le respondió, el mago. Y a pedido del intrépido gato se convirtió en un enorme león.
–Pero estoy seguro que no puede convertirse en un ratón –le retó, el gato.
–Sí, es muy fácil para mí –afirmó, el mago y se convirtió en un ratón. El gato con botas ni corto ni perezoso al instante de un bocado se lo tragó.


            Los vasallos y soldados del castillo liberados de la opresión del mago recibieron con regocijo a su nuevo amo a donde llegó el rey y anunció el matrimonio de su bellísima hija con el Marqués de Carabás, es decir, con el hijo menor del molinero.



Cuentos Recreativos 6 Blancanieves

Valores 6
BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS
En un antiguo reino nació Blancanieves, una niña muy hermosa. Era la felicidad de sus padres, pero pronto falleció su madre. El rey solo y triste, después de un año de viudez tomó por esposa a una mujer muy bella; pero vanidosa, con el corazón lleno de odio. Lamentablemente el rey después de una larga agonía también murió y Blancanieves quedó desamparada del amor de sus padres.   
Pasaron los años y Blancanieves se fue haciendo cada vez más bella; pero su madrastra empezó a odiarla, llenó el palacio de espejos para admirar su imagen y preguntaba todas las mañanas al espejo mágico que guardaba en su baúl:
–Espejito, espejito, ¿quién es la mujer más bella del mundo?
–Tú, mi reina –le contestaba, el espejito que jamás mentía.
            Pasaron los años y Blancanieves se convirtió en una adolescente bellísima y la reina vanidosa volvió a preguntar a su espejo mágico:
–Espejito, espejito, dime: ¿quién es la mujer más bella del mundo?
–Majestad, tú eres una mujer muy linda, pero ahora Blancanieves es la más hermosa.
            La reina furiosa, creyó morir de rabia, llamó a su fiel vasallo y lo ordenó:
–Lleva a  Blancanieves al bosque y la matas y me traes su corazón.
            El siervo para cumplir la orden invitó a Blancanieves a pasear en el bosque. Ella gustosa aceptó. Ya en el bosque, el vasallo arrepentido, que todavía conservaba en el corazón algo, que diferenciaba a los hombres de los animales, le dijo:
–La reina me ha ordenado matarte, pero soy incapaz de hacerte algún  daño.
–¿Matarme? No puede ser, ¿por qué? –se sorprendió incrédula, la princesa.
–Sálvate y huye. No vuelvas al castillo –le dio por toda respuesta.
            El vasallo, para engañar a la reina, mató un ciervo, sacó su corazón y en un cofre se la entregó.
            Blancanieves repuesta de tal amenaza se internó en el bosque, las avecillas y los animalitos la ayudaron a encontrar el camino y no perderse. Cansada llegó a un claro del bosque, se echó sobre la hierba y descansó... y ya llegaba la noche.
            Blancanieves al descubrir una casita se alegró y lentamente se acercó... tocó varias veces la pequeña puerta, pero como nadie contestó se las ingenió para ingresar. En el segundo piso encontró siete camitas con sus respectivos nombres: Geniecillo, Barmillón, Marmolillo, Vistoso, Pulcro, Benjamín y Gruñón. Pensó que allí vivían unos niños. Muy cansada juntó dos camitas y... se quedó dormida al instante.
            Los enanitos, de regreso. Al llegar a la colina se sorprendieron...
–“La luz de la casa está encendida”, “Algún extraño ha ingresado...”Tal vez han robado”... –comentaron.
            Después de muchas conjeturas y provistos de palos ingresaron y en el segundo piso encontraron a la bella joven dormida. No podían creerlo, pensaban que eran el sueño de tan encantadora criatura, cuando en eso despertó la joven y les dijo:
–Disculpen la confianza. Soy la princesa Blancanieves.
            Y les relató su triste historia.
            Los siete enanitos enterados de la reina malvada se solidarizaron con la princesa y le propusieron quedarse con ellos, si es posible toda la vida. Y acordaron que ellos trabajarían en la mina de diamantes y ella se encargaría de las laboras de la casa.
            Blancanieves encontró la felicidad al lado de los siete enanitos. En los días de descanso jugaban  en el  bosque  bajo  los  rayos  de  la  Luna. A
Gruñón le gustaba jugar a las escondidas, pero no le gustaba perder. Vistoso y Benjamín imitaban a los animalitos, Barbillón y Marmolillo hacían de sus manos una flauta o una trompeta y bailaban todos alrededor de la princesa: la felicidad los embargaba.
            Pero, en el castillo, la madrastra al acercarse a su baúl, otra vez preguntó a su espejo mágico.
–Espejito, espejito ¿quién es la mujer más hermosa del mundo?
–Blancanieves –el espejo dejó escuchar su voz.
–¡Ella está muerta! No es posible –gritó la reina.
–No está muerta. Está en la casa de los enanitos –refirió, el espejo.
            La reina, enloquecida, mandó ejecutar a su fiel vasallo y ella misma decidió ejecutar su plan de venganza. Se disfrazó de una pobre anciana, cogió un cesto de manzanas y llegó a la casa de los enanitos. Blancanieves la saludó, la aconsejó descansar y beber un refresco; pero ella, fingiendo vender frutas y estar muy cansada no aceptó. Hizo, que se retiraba, pero regresó. Cogió la manzana envenenada y dijo:
–Una deliciosa manzana para su belleza –la entregó y se fue.
            La princesa mordió la manzana y de inmediato se desplomó. Las aves y los animalitos del bosque avisaron a los enanitos, quienes regresaron de inmediato y la encontraron desfalleciente  y no sabían qué hacer.        Cuando la iban enterrar, Pulcro aseguró que la princesa no estaba muerta, que en su rostro había signos de vida. Así que la colocaron en una urna de cristal sobre un lecho de rosas.
            Pasaron los días. Un príncipe llegó y los enanitos lo contaron la historia de la princesa. El joven levantó la tapa de la urna, introdujo sus dedos en la boca de Blancanieves  y extrajo el pedazo de manzana que había mordido. Contempló su belleza y movido por una fuerza sobrenatural, el príncipe se inclinó y le dio un beso en los labios y la princesa despertó. Los enanitos se alegraron. El príncipe la llevó a su palacio y contrajeron matrimonio. Los enanitos, como una muestra de su amistad la regalaron una corona de diamantes.

Cuentos Recreativos 5 Soldadito

Valores 5
SOLDATITO DE PLOMO
Los niños llegaron al cumpleaños  de Willy con muchos regalos. “Gracias”, “Muchas gracias”, “Qué maravilla”, decía Willy al recibirlos, acompañado de sus padres quienes se desvivían en atenderlos con besos y abrazos; y una tarjetita por acá, otra por allá; unos pastelitos, caramelitos, gelatina,... hasta que aparecieron los payasitos: “chicos y chicas a bailar, a bailar y cantar... a bailar...” –animaron y animaron la fiesta–... y... “que  rompa la piñata”, sí,... “que  rompa la piñata”, sí, sí, sí,... sí, sí, sí y Willy rompió la piñata,  repartió la torta. Y... pasaron los minutos, todos se divirtieron y se acabó la fiesta.



Cuando se fueron sus amiguitos, Willy, todavía muy cansado comenzó a ver sus regalos: carritos, ositos, rompecabezas,... ¡cuántos juguetes! De pronto le llamó la atención una cajita con veinticinco soldaditos de plomo y de ellos, le impresionó el soldadito que carecía de una pierna, pero con porte militar y fusil al hombro igual que los demás.
Lo colocó en la mesa junto al castillo de papel en cuya puerta deslumbraba una hermosa bailarina y como el destino es así: el soldadito de plomo se enamoró de tan hermosa joven. Digamos mejor, se enamoraron.
Willy y sus padres se fueron a dormir.
Cuando el reloj dio las doce, de una cajita surgió un duendecillo, un juguete sorpresa color verde y todo molesto gritó:
–Soldado de plomo no la molestes. De lo contrario nos veremos mañana. Por qué no te dedicas a marchar. Mira a otro lado.
Pero, el soldadito no lo hizo caso.
Al día siguiente, al arreglar sus cosas, Willy colocó al soldadito en la ventana, pero fue el duendecillo y lo empujó. El soldadito de plomo cayó en un lodazal cerca a un río. Unos niños que pasaban por allí lo recogieron, hicieron un barquito con un periódico y lo embarcaron. A medida que avanzaba la nave, el río bramaba mostrando sus aguas caudalosas. El peligro era latente. Pronto una hambrienta rata gritó:
–¡Alto, de aquí no pasas sin documentos! Pero, como el soldadito no  mostró ningún papel, la rata hundió el pequeño barco.
            El soldadito al llegar al mar poco a poco se fue hundiendo, y no dejaba de recordar a la bella danzarina, cuando en un abrir y cerrar de ojos fue devorado por un enorme pez, y este pez fue pescado y llevado al mercado, de allí llegó a la cocina y cuando lo cortaban para preparar un rico cebiche, apareció del interior, el soldadito de plomo. El ama que lo reconoció,  era  la madre de Willy, quien de inmediato avisó a su pequeño. El niño alborozado lo llevó al lugar donde la bailarina lo esperaba. Desde entonces vivieron felices en aquel maravilloso mundo de los juguetes. Gracias al amor sincero vencieron los obstáculos.

Cuentos Recreativos 4 Pinocho

Valores 4

PINOCHO
            Un día, en un país lejano, un anciano carpintero llamado Geppetto que no tenía familia y añoraba tener un hijo, hizo un hermoso muñeco, al que llamó Pinocho porque estaba hecho de madera de pino.
            Aquella noche, el Hada Azul apareció en el taller de Geppetto, tocó a Pinocho con su varita mágica y le dio vida:
–Sé buen hijo y vaya al colegio –le dijo antes de desaparecer.
Geppetto, al día siguiente no sabía qué hacer de alegría, y decidió adquirir libros y cuadernos para enviar a Pinocho al colegio, contando con Pepe Grillo como su guía y conciencia, por encargo del Hada Azul.

Mientras Pinocho se dirigía al colegio se encontró con dos fanfarrones: un zorro y un gato, quienes lo convencieron que fuese a divertirse con ellos, porque “Ir al colegio era una tontería”; pero lo engañaron y lo vendieron al dueño de un teatro ambulante, quien lo exhibió ante el público causando sensación y proporcionándole mucho dinero. Cuando Pinocho le solicitó para regresar a su casa, el gitano, dueño del teatro, lo encerró en una jaula por lo que se puso a llorar y llorar tanto, que el Hada Azul acudió en su ayuda y le preguntó: cómo había llegado allí, si había ido o no al colegio, y Pinocho le mintió y le mintió por lo que le creció la nariz.


El Hada Azul , muy buena, liberó a Pinocho y lo perdonó; sin embargo otra vez, se dejó engañar por el zorro y el gato que lo llevaron al País de los Juguetes, en donde le creció las orejas de burro al igual que a los demás niños golosos y glotones que no asistían al colegio. Pinocho arrepentido, al fin le hizo caso a Pepe Grillo y huyeron.
 Pinocho, cuando llegó a su casa se enteró que su padre Geppetto había salido en su búsqueda y en el mar la ballena se lo había tragado.
A Pinocho le brotaron lágrimas de dolor. Resignado comprendió el error que había cometido al no obedecer a su padre y a Pepe Grillo. Decidido  se lanzó al mar  a encontrar a su padre. Venciendo las olas gigantescas del mar encontró a la ballena que sorprendida abrió la boca, instante que aprovechó Pinocho para zambullirse en su interior y rescatar a su padre.
Ambos prendieron fuego y la ballena al no poder respirar los lanzó al exterior al momento de estornudar. Geppetto y Pinocho llegaron a la orilla del mar extenuados. El Hada Azul valoró el arrepentimiento de Pinocho, perdonó su desobediencia y lo convirtió en un verdadero niño.




Cuentos Recreativos 3 Los Tres Chanchitos

Valores 3
LOS TRES CHANCHITOS
En la región de la selva, en las riberas del Río Amazonas vivían tres hermanitos chanchitos: el mayor era muy cortés, el más responsable y aconsejaba a los demás, el segundo tocaba los instrumentos de cuerdas: la guitarra y el violín y el último, el más despreocupado solo por compromiso tocaba el flautín.
Cierto día, el hermano mayor los reunió y los aconsejó:
–En la Primavera y en lo que va del Verano se han divertido mucho; llegarán los vientos del Otoño, el frío  del Invierno y los encontrarán  desprevenidos. Es bueno que refuercen sus casas o construyan otras nuevas y tengan presente que según los rumores un lobo feroz está rondando la zona.
–Para el invierno, falta –dijo el violinista.
–Rumores, solo son rumores de la gente –agregó el menor. Y de una u otra manera trataron de justificar su pereza.
            El mayor de los chanchitos, al siguiente día cargó arena y piedras del río, adquirió cemento y ladrillos y comenzó a construir su casa; el flautista, días después, acopió totora y unos pajonales de las orillas de un lago cercano y en menos que canta un gallo, hizo su casa; el violinista, sorprendido, acudió al río en busca de totora, pero al ver la endeble casa de su hermano tomó otra decisión: buscó las cortezas, tablones y troncos de los frondosos árboles, levantó su casa y se dio por satisfecho. Mientras, su hermano mayor continuaba su trabajo: hizo el techo, una hermosa chimenea, las puertas y ventanas y las pintó.
            Cuando el hermano mayor pensaba descansar; el lobo apareció en las orillas del río. Divisó al violinista y al flautista meciéndose en la hamaca levantada al frente de sus casas y musitó:
–No pensaba darme este delicioso banquete –y se abalanzó sobre el chanchito menor, quien se refugió en su casa con prontitud. El lobo llenó de aire sus pulmones y lanzó una, dos, tres bocanadas de aire sobre la casita que voló por los aires. El chanchito corrió a la casa del violinista y por un pelito se salvó.
–Qué rico lechoncito se me escapó –se lamentó, el lobo, mirando sus garras. De inmediato aspiró el aire, inflando sus pulmones como un globo aerostático y descargó dos bocanadas, que la casita se derrumbó; la puerta todavía sostenía el techo y protegía a los chanchitos y el lobo otra vez lanzó otra bocanada y la casita voló. El hermano mayor con la puerta abierta los llamó, los chanchitos emprendieron veloz carrera y el lobo ya los pisaba los talones. Por suerte, la puerta se cerró cuando las garras del lobo rosaban  el lomo del chanchito.
–Otra vez, se me escapó –nuevamente se lamentó el lobo. Dejó escuchar un aullido espantoso y se fue al río.
            El flautista y el violinista se alegraron, incluso estuvieron por abrir la puerta y el hermano mayor los llamó la atención:
–Antes de tiempo no canten victoria, pero tampoco caigan en el pesimismo –el diligente chanchito se dirigió a la chimenea. Prendió el fuego, puso una olla enorme con agua sobre las brasas y agregó–. Echen más leña y más agua a la olla, más vale prevenir que lamentar.
            Cuando el fuego agarraba viada, el lobo regresaba con más energía, el gua comenzaba a hervir. Apresurado, lanzó tres bocanadas y la casa permaneció intacta, dio dos vueltas a la casa aullando, el gua hervía, subió al techo por el lado de la chimenea, el agua hervía más y más, al ver la chimenea, el lobo pensó: “Aquí está la solución. Al fin tendré un riquísimo banquete de lechoncitos” y comenzó a descender por la chimenea, su voracidad y su maldad encontraron  en el fuego y en agua, el caldero infernal del diablo, como una respuesta merecida a su bestialidad. El lobo voló por la estrecha chimenea lanzando un aullido lastimero. El cuerpo  calcinado se estrelló en el bosque.
–Espero que nunca vuelva. Y ustedes hermanitos, ojalá, hayan aprendido la lección: no al ocio; sí a la prevención –reflexionó el chanchito  mayor.


Cuentos Recreativos 2 C. Roja

Valores 2
CAPERUCITA ROJA
En un claro del bosque de árboles frondosos y hermosas flores, en una casita blanca de vistoso tejado, vivía una laboriosa mujer con su encantadora niña, a quien la llamaban Caperucita Roja. En cambio, al otro lado del bosque vivía su abuelita quien la había obsequiado la caperuza, que tanto gustaba usarla a su nietecita.
Un día, su mamá preparó una apetecible  vianda: arroz con leche, biscochos y una rica torta, a la que agregó unas deliciosas frutas y le dijo a su hija, entregándole el cesto:
–Ve donde tu abuelita que está enferma. Llévala esta vianda. Evita distraerte y conversar con extraños en el camino.
            Caperucita Roja partió. Atravesaba el bosque acompañada de los animalitos, pero desaparecieron asustados cuando emergió el lobo feroz, quien se mostró amable, muy cortés y con dulce voz le dijo a la niña:
–Buenos días, ¿a dónde vas tan sola por el bosque?
–Voy a la casa de mi abuelita que está enferma –le contestó, la niña.
–Qué bien, –sonrió y agregó con malicia– niña si vas por el camino corto pronto llegarás; en cambio, si vas por el otro, llegarás al anochecer;  yo iré por el camino largo. Veremos quién gana este juego –se relamió los labios cínicamente.
            Ella no se dio cuenta que el lobo había cambiado los letreros que orientaban a los viandantes las distancias de los caminos.
            Caperucita aceptó y se fue. El lobo feroz pensó “Si me doy prisa llegaré antes que la niña boba y me comeré a la abuelita y después a la niña, de postre”
            Del dicho al hecho. El malvado lobo llegó primero que Caperucita Roja a la casa de la abuelita, quien confiada le abrió la puerta y el lobo hambriento de un solo bocado se la tragó. Sin pérdida de tiempo se vistió con la ropa de la abuelita y se echó a la cama.
            Llegó Caperucita, toda agitada, pensó que había llegado antes que el lobo feroz. Ingresó confiada al dormitorio de su abuelita y notó algo anormal. Desconcertada, observando las horribles garras exclamó:
– ¡Abuelita, pero qué manos tan grandes tienes!
–Son para abrazarte mejor –el lobo dejó escuchar su voz aguda y   quejumbrosa.
–¡Abuelita, pero qué narices tan grandes tienes! –insistió la niña.
–Son para olerte mejor –dijo la bestia, con ronca voz.
–¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!
–Son para verte mejor –el lobo, se sentía morir de rabia.
            Caperucita Roja asombrada de las puntiagudas orejas, los dientes, las peludas patas... tragó saliva, se acercó más y exclamó con más fuerza:
–¡Pero por qué tan grande boca tienes!
–¡Son para comerte mejor! –gritó el lobo.
             Se abalanzó sobre Caperucita Roja mostrando su bestialidad, sin embargo la niña reaccionó y le dio un palazo en todo el hocico que lo hizo retroceder cobardemente.
            Richard, el cazador, que cruzaba circunstancialmente frente a la casa al escuchar los gritos: “¡Auxilio!” “¡Auxilio!” ingresó  a la escena y de un certero balazo mató al lobo feroz.
            El buen cazador reconoció a la bestia que hace tiempo quería atraparlo y escuchó la voz de la abuelita que decía: “Sácame de aquí”, desde la panza del animal y de un tajo le abrió la panza y salvó a la abuelita que ya se  asfixiaba.
            Se reencontraron Caperucita Roja, su mamá y su abuelita y agradecieron al buen cazador.
            Por su parte, la niña prometió a su madre cumplir sus consejos.

Cuentos Recreativos 1 Patito Feo

Valores 1
EL  PATITO   FEO
En  una granja lejana; Walter, el hijo del granjero y un niño muy travieso, encontró en el totoral, cerca del lago, un huevo, lo cogió y sin pensarlo dos veces lo puso en el nido de la Pata que todavía estaba encubando y había salido un momento a estirar sus alas y a contemplar los patitos que caminaban orgullosos al lado de su mamá Pata.

Al regresar a su nido, trató de acomodarse con mucho cuidado, sin embargo la incomodidad le permitió notar un huevo demás. Su instinto maternal le hizo olvidar aquella dificultad y continuó incubando.
Llegado el momento los patitos amarillos salieron uno a uno de sus huevos, sin embargo al ver que un huevo no había abierto, la mamá Pata volvió a encubar dos días más y al fin apareció un nuevo patito, diferente a los demás: grande, color blanco humo y cuello largo.
No obstante las recomendaciones de la mamá Pata, los patitos comenzaron a burlarse de él y quedó bautizado con el nombre de Patito Feo.


La mamá Pata los enseñó a buscar sus alimentos y los llevó al lago a que aprendieran a nadar. Todos participaban de las enseñanzas de la mamá Pata y se preparaban para la vida; pero, el patito blanco humo  se encontraba triste  porque sus hermanitos se burlaban permanentemente y le decían: Patito Feo.
Muy triste, el Patito Feo decidió buscar amigos en la granja; pero una tarde, el pato malvado  lo golpeó. Similar actitud tuvieron los demás animales que entre risas y gestos se mofaban.
Fue entonces, cuando decidió abandonar la granja.
 Al llegar a un lago y se vio reflejado en el agua: entendió que era diferente a los demás. Anduvo por pantanos y lagos; enfrentó el frío, mucha hambre y la soledad. Al llegar la Primavera aparecieron en el lago hermosos cisnes que al verlo abandonado lo acogieron.

El llamado Patito Feo encontró la felicidad entre ellos y cuando uno de los pequeños lo trató de “hermano” vio su imagen en el lago y sorprendido se dio cuenta que era un hermoso cisne.
Comprendió que él era un cisne y que había nacido en el nido de una pata. Una mañana emprendió el vuelo al igual que los cisnes y en el cielo extendió sus majestuosas alas y se fue.




Blancanieves Relato Aniguo

Valores 1
esa: la felicidad los embargaba.
            Pero, en el castillo, la madrastra al acercarse a su baúl, otra vez preguntó a su espejo mágico.
–Espejito, espejito ¿ BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS
En un antiguo reino nació Blancanieves, una niña muy hermosa. Era la felicidad de sus padres, pero pronto falleció su madre. El rey solo y triste, después de un año de viudez tomó por esposa a una mujer muy bella; pero vanidosa, con el corazón lleno de odio. Lamentablemente el rey después de una larga agonía también murió y Blancanieves quedó de samparada del amor de sus padres.   
Pasaron los años y Blancanieves se fue haciendo cada vez más bella; pero su madrastra empezó a odiarla, llenó el palacio de espejos para admirar su imagen y preguntaba todas las mañanas al espejo mágico que guardaba en su baúl:
–Espejito, espejito, ¿quién es la mujer más bella del mundo?
–Tú, mi reina –le contestaba, el espejito que jamás mentía.
            Pasaron los años y Blancanieves se convirtió en una adolescente bellísima y la reina vanidosa volvió a preguntar a su espejo mágico:
–Espejito, espejito, dime: ¿quién es la mujer más bella del mundo?
–Majestad, tú eres una mujer muy linda, pero ahora Blancanieves es la más hermosa.
            La reina furiosa, creyó morir de rabia, llamó a su fiel vasallo y lo ordenó:
–Lleva a  Blancanieves al bosque y la matas y me traes su corazón.
            El siervo para cumplir la orden invitó a Blancanieves a pasear en el bosque. Ella gustosa aceptó. Ya en el bosque, el vasallo arrepentido, que todavía conservaba en el corazón algo, que diferenciaba a los hombres de los animales, le dijo:
–La reina me ha ordenado matarte, pero soy incapaz de hacerte algún  daño.
–¿Matarme? No puede ser, ¿por qué? –se sorprendió incrédula, la princesa.
–Sálvate y huye. No vuelvas al castillo –le dio por toda respuesta.
            El vasallo, para engañar a la reina, mató un ciervo, sacó su corazón y en un cofre se la entregó.
            Blancanieves repuesta de tal amenaza se internó en el bosque, las avecillas y los animalitos la ayudaron a encontrar el camino y no perderse. Cansada llegó a un claro del bosque, se echó sobre la hierba y descansó... y ya llegaba la noche.
            Blancanieves al descubrir una casita se alegró y lentamente se acercó... tocó varias veces la pequeña puerta, pero como nadie contestó se las ingenió para ingresar. En el segundo piso encontró siete camitas con sus respectivos nombres: Geniecillo, Barmillón, Marmolillo, Vistoso, Pulcro, Benjamín y Gruñón. Pensó que allí vivían unos niños. Muy cansada juntó dos camitas y... se quedó dormida al instante.
            Los enanitos, de regreso. Al llegar a la colina se sorprendieron...
–“La luz de la casa está encendida”, “Algún extraño ha ingresado...”Tal vez han robado”... –comentaron.
            Después de muchas conjeturas y provistos de palos ingresaron y en el segundo piso encontraron a la bella joven dormida. No podían creerlo, pensaban que eran el sueño de tan encantadora criatura, cuando en eso despertó la joven y les dijo:
–Disculpen la confianza. Soy la princesa Blancanieves.
            Y les relató su triste historia.
            Los siete enanitos enterados de la reina malvada se solidarizaron con la princesa y le propusieron quedarse con ellos, si es posible toda la vida. Y acordaron que ellos trabajarían en la mina de diamantes y ella se encargaría de las laboras de la casa.
            Blancanieves encontró la felicidad al lado de los siete enanitos. En los días de descanso jugaban  en el  bosque  bajo  los  rayos  de  la  Luna. A
Gruñón le gustaba jugar a las escondidas, pero no le gustaba perder. Vistoso y Benjamín imitaban a los animalitos, Barbillón y Marmolillo hacían de sus manos una flauta o una trompeta y bailaban todos alrededor de la princquién es la mujer más hermosa del mundo?
–Blancanieves –el espejo dejó escuchar su voz.
–¡Ella está muerta! No es posible –gritó la reina.


–No está muerta. Está en la casa de los enanitos –refirió, el espejo.
            La reina, enloquecida, mandó ejecutar a su fiel vasallo y ella misma decidió ejecutar su plan de venganza. Se disfrazó de una pobre anciana, cogió un cesto de manzanas y llegó a la casa de los enanitos. Blancanieves la saludó, la aconsejó descansar y beber un refresco; pero ella, fingiendo vender frutas y estar muy cansada no aceptó. Hizo, que se retiraba, pero regresó. Cogió la manzana envenenada y dijo:
–Una deliciosa manzana para su belleza –la entregó y se fue.
            La princesa mordió la manzana y de inmediato se desplomó. Las aves y los animalitos del bosque avisaron a los enanitos, quienes regresaron de inmediato y la encontraron desfalleciente  y no sabían qué hacer.        Cuando la iban enterrar, Pulcro aseguró que la princesa no estaba muerta, que en su rostro había signos de vida. Así que la colocaron en una urna de cristal sobre un lecho de rosas.
            Pasaron los días. Un príncipe llegó y los enanitos lo contaron la historia de la princesa. El joven levantó la tapa de la urna, introdujo sus dedos en la boca de Blancanieves  y extrajo el pedazo de manzana que había mordido. Contempló su belleza y movido por una fuerza sobrenatural, el príncipe se inclinó y le dio un beso en los labios y la princesa despertó. Los enanitos se alegraron. El príncipe la llevó a su palacio y contrajeron matrimonio. Los enanitos, como una muestra de su amistad la regalaron una corona de diamantes.

cenicienta

Suerte

Blancanieves y los 7 enanitos Resumen.

Para cultivar los buenos valores y desechar los negativos os recomiendo leer el siguiente cuento.

Resumen del cuento:

Una reina muy bella siente envidia de su hijastra Blancanieves cuando su espejo mágico le dice que al crecer Blancanieves ha pasado a ser la más bella del reino, y ordena a un soldado que la mate. El soldado se apiada y la deja libre en el bosque, donde encuentra cobijo en una pequeña casita habitada por siete enanitos. Ella se queda a vivir con ellos, a cambio de ayudarles limpiando y cocinando. Pero la marastra se entera por el espejo de que sigue viva, y prepara una manzana envenenada, que le da a probar haciéndose pasar por una anciana vendedora. Entonces Blancanieves cae muerta, y los enanitos la encierran en un ataúd de cristal. Un príncipe que pasaba por ahí, se enamora al verla tan bella, y les pide que se la den. En una sacudida del ataúd, Blancanieves expulsa el trozo de manzana de su garganta y revive, enamorándose del príncipe con quien se casa.

Texto original:

Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una venta-na con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.
-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nie-ve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!
Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.
Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al na-cer la niña, la reina murió.
Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no po-día soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondía:
La Reina es la más hermosa de esta región.
Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.
Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella co-mo la clara luz del día y aún más linda que la reina.
Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
el espejo respondió:
La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más.
Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada día más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de día ni de noche.
Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:
-Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparez-ca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.
El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:
-¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.
Como era tan linda el cazador tuvo piedad y di-jo:
-¡Corre, pues, mi pobre niña!
Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante, no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocine-ro los cocinó con sal y la mala mujer los comió cre-yendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.
Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árbo-les la asustaban. No tenía idea de cómo arreglárselas y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a través de las zarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ella pero no le hacían ningún daño. Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita a la que entró para descansar. En la cabañita todo era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pe-queña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanieves co-mió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito. Luego se sin-tió muy cansada y se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se en-comendó a Dios y se durmió.
Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos que excavaban y extraían metal en las montañas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron que alguien había venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las habían dejado. El primero dijo:
-¿Quién se sentó en mi sillita?
El segundo:
-¿Quién comió en mi platito?
El tercero:
-¿Quién comió de mi pan?
El cuarto:
-¿Quién comió de mis legumbres?
El quinto.
-¿Quién pinchó con mi tenedor?
El sexto:
-¿Quién cortó con mi cuchillo?
El séptimo:
-¿Quién bebió en mi vaso?
Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en su cama y dijo:
-¿Quién anduvo en mi lecho?
Los otros acudieron y exclamaron:
-¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mi-rando en el suyo, el séptimo descubrió a Blancanie-ves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.
-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta ni-ña!
Y sintieron una alegría tan grande que no la des-pertaron y la dejaron proseguir su sueño. El séptimo enano se acostó una hora con cada uno de sus com-pañeros y así pasó la noche.
Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo Blancanieves -respondió ella.
-¿Como llegaste hasta nuestra casa?
Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el cazador había tenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día hasta encontrar la casita.
Los enanos le dijeron:
-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, ha-cer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.
-Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo co-razón. Y se quedó con ellos.
Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las ma-ñanas los enanos partían hacia las montañas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista.
Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la previnieron:
-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!
La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el hígado de Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondió.
Pero, pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La Reina es la más hermosa de este lugar
La reina quedó aterrorizada pues sabía que el es-pejo no mentía nunca. Se dio cuenta de que el caza-dor la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la re-gión la envidia no le daría tregua ni reposo. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera y quedó totalmente irre-conocible.
Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró por la ventana y dijo:
-Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?
-Una excelente mercadería -respondió-; cintas de todos colores.
La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó:
-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.
Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.
-¡Niña -dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rápi-damente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó como muerta.
-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Y se fue.
Poco después, a la noche, los siete enanos regre-saron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blanca-nieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse po-co a poco.
Cuando los enanos supieron lo que había pasado dijeron:
-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca!
Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces, como la vez anterior, respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
Cuando oyó estas palabras toda la sangre le aflu-yó al corazón. El terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida.
-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.
Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabricó un peine envenenado. Luego se disfra-zó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró desde adentro y dijo:
-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.
-Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantándolo en el aire.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo so-bre la compra la vieja le dilo:
-Ahora te voy a peinar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta le había puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento.
-¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora sí que acabé contigo!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. En-tonces le advirtieron una vez más que debería cui-darse y no abrir la puerta a nadie.
En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Y el espejito, respondió nuevamente:
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló de cólera.
-Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-aunque me cueste la vida a mí misma.
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos.
Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ven-tana y dijo:
-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.
-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una.
-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.
-¿Ternes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mi-ra, corto la manzana en dos partes; tú comerás la parte roja y yo la blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenía veneno. La be-lla manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir más, estiró la ma-no y tomó la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.
Entonces la vieja la examinó con mirada horri-ble, rió muy fuerte y dijo.
-Blanca como la nieve, roja como la sangre, ne-gra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región? Y el espejo finalmente respondió. La Reina es la más hermosa de esta región.
Entonces su corazón envidioso encontró repo-so, si es que los corazones envidiosos pueden en-contrar alguna vez reposo.
A la noche, al volver a la casa, los enanitos en-contraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió están-dolo.
La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una per-sona viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hi-cieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cuidarla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.
Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse; al contrario, parecía dor-mir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano.
Ocurrió una vez que el hijo de un rey llegó, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en su interior y leyó lo que estaba es-crito en letras de oro.
Entonces dijo a los enanos:
-Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.
-No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.
-En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La hon-raré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.
Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. El príncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedió que éstos tropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del sacudón el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada.
-¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.
-Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de ale-gría.
Le contó lo que había pasado y le dijo:
-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmi-go al castillo de mi padre; serás mi mujer.
Entonces Blancanieves comenzó a sentir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y mag-nificencia.
También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho más.
Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda. Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven reina.
Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la de-jaron clavada al piso sin poder moverse.
Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.