jueves, 16 de febrero de 2012

Cuentos Recreativos 2 C. Roja

Valores 2
CAPERUCITA ROJA
En un claro del bosque de árboles frondosos y hermosas flores, en una casita blanca de vistoso tejado, vivía una laboriosa mujer con su encantadora niña, a quien la llamaban Caperucita Roja. En cambio, al otro lado del bosque vivía su abuelita quien la había obsequiado la caperuza, que tanto gustaba usarla a su nietecita.
Un día, su mamá preparó una apetecible  vianda: arroz con leche, biscochos y una rica torta, a la que agregó unas deliciosas frutas y le dijo a su hija, entregándole el cesto:
–Ve donde tu abuelita que está enferma. Llévala esta vianda. Evita distraerte y conversar con extraños en el camino.
            Caperucita Roja partió. Atravesaba el bosque acompañada de los animalitos, pero desaparecieron asustados cuando emergió el lobo feroz, quien se mostró amable, muy cortés y con dulce voz le dijo a la niña:
–Buenos días, ¿a dónde vas tan sola por el bosque?
–Voy a la casa de mi abuelita que está enferma –le contestó, la niña.
–Qué bien, –sonrió y agregó con malicia– niña si vas por el camino corto pronto llegarás; en cambio, si vas por el otro, llegarás al anochecer;  yo iré por el camino largo. Veremos quién gana este juego –se relamió los labios cínicamente.
            Ella no se dio cuenta que el lobo había cambiado los letreros que orientaban a los viandantes las distancias de los caminos.
            Caperucita aceptó y se fue. El lobo feroz pensó “Si me doy prisa llegaré antes que la niña boba y me comeré a la abuelita y después a la niña, de postre”
            Del dicho al hecho. El malvado lobo llegó primero que Caperucita Roja a la casa de la abuelita, quien confiada le abrió la puerta y el lobo hambriento de un solo bocado se la tragó. Sin pérdida de tiempo se vistió con la ropa de la abuelita y se echó a la cama.
            Llegó Caperucita, toda agitada, pensó que había llegado antes que el lobo feroz. Ingresó confiada al dormitorio de su abuelita y notó algo anormal. Desconcertada, observando las horribles garras exclamó:
– ¡Abuelita, pero qué manos tan grandes tienes!
–Son para abrazarte mejor –el lobo dejó escuchar su voz aguda y   quejumbrosa.
–¡Abuelita, pero qué narices tan grandes tienes! –insistió la niña.
–Son para olerte mejor –dijo la bestia, con ronca voz.
–¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!
–Son para verte mejor –el lobo, se sentía morir de rabia.
            Caperucita Roja asombrada de las puntiagudas orejas, los dientes, las peludas patas... tragó saliva, se acercó más y exclamó con más fuerza:
–¡Pero por qué tan grande boca tienes!
–¡Son para comerte mejor! –gritó el lobo.
             Se abalanzó sobre Caperucita Roja mostrando su bestialidad, sin embargo la niña reaccionó y le dio un palazo en todo el hocico que lo hizo retroceder cobardemente.
            Richard, el cazador, que cruzaba circunstancialmente frente a la casa al escuchar los gritos: “¡Auxilio!” “¡Auxilio!” ingresó  a la escena y de un certero balazo mató al lobo feroz.
            El buen cazador reconoció a la bestia que hace tiempo quería atraparlo y escuchó la voz de la abuelita que decía: “Sácame de aquí”, desde la panza del animal y de un tajo le abrió la panza y salvó a la abuelita que ya se  asfixiaba.
            Se reencontraron Caperucita Roja, su mamá y su abuelita y agradecieron al buen cazador.
            Por su parte, la niña prometió a su madre cumplir sus consejos.

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