jueves, 16 de febrero de 2012

Cuentos Recreativos 3 Los Tres Chanchitos

Valores 3
LOS TRES CHANCHITOS
En la región de la selva, en las riberas del Río Amazonas vivían tres hermanitos chanchitos: el mayor era muy cortés, el más responsable y aconsejaba a los demás, el segundo tocaba los instrumentos de cuerdas: la guitarra y el violín y el último, el más despreocupado solo por compromiso tocaba el flautín.
Cierto día, el hermano mayor los reunió y los aconsejó:
–En la Primavera y en lo que va del Verano se han divertido mucho; llegarán los vientos del Otoño, el frío  del Invierno y los encontrarán  desprevenidos. Es bueno que refuercen sus casas o construyan otras nuevas y tengan presente que según los rumores un lobo feroz está rondando la zona.
–Para el invierno, falta –dijo el violinista.
–Rumores, solo son rumores de la gente –agregó el menor. Y de una u otra manera trataron de justificar su pereza.
            El mayor de los chanchitos, al siguiente día cargó arena y piedras del río, adquirió cemento y ladrillos y comenzó a construir su casa; el flautista, días después, acopió totora y unos pajonales de las orillas de un lago cercano y en menos que canta un gallo, hizo su casa; el violinista, sorprendido, acudió al río en busca de totora, pero al ver la endeble casa de su hermano tomó otra decisión: buscó las cortezas, tablones y troncos de los frondosos árboles, levantó su casa y se dio por satisfecho. Mientras, su hermano mayor continuaba su trabajo: hizo el techo, una hermosa chimenea, las puertas y ventanas y las pintó.
            Cuando el hermano mayor pensaba descansar; el lobo apareció en las orillas del río. Divisó al violinista y al flautista meciéndose en la hamaca levantada al frente de sus casas y musitó:
–No pensaba darme este delicioso banquete –y se abalanzó sobre el chanchito menor, quien se refugió en su casa con prontitud. El lobo llenó de aire sus pulmones y lanzó una, dos, tres bocanadas de aire sobre la casita que voló por los aires. El chanchito corrió a la casa del violinista y por un pelito se salvó.
–Qué rico lechoncito se me escapó –se lamentó, el lobo, mirando sus garras. De inmediato aspiró el aire, inflando sus pulmones como un globo aerostático y descargó dos bocanadas, que la casita se derrumbó; la puerta todavía sostenía el techo y protegía a los chanchitos y el lobo otra vez lanzó otra bocanada y la casita voló. El hermano mayor con la puerta abierta los llamó, los chanchitos emprendieron veloz carrera y el lobo ya los pisaba los talones. Por suerte, la puerta se cerró cuando las garras del lobo rosaban  el lomo del chanchito.
–Otra vez, se me escapó –nuevamente se lamentó el lobo. Dejó escuchar un aullido espantoso y se fue al río.
            El flautista y el violinista se alegraron, incluso estuvieron por abrir la puerta y el hermano mayor los llamó la atención:
–Antes de tiempo no canten victoria, pero tampoco caigan en el pesimismo –el diligente chanchito se dirigió a la chimenea. Prendió el fuego, puso una olla enorme con agua sobre las brasas y agregó–. Echen más leña y más agua a la olla, más vale prevenir que lamentar.
            Cuando el fuego agarraba viada, el lobo regresaba con más energía, el gua comenzaba a hervir. Apresurado, lanzó tres bocanadas y la casa permaneció intacta, dio dos vueltas a la casa aullando, el gua hervía, subió al techo por el lado de la chimenea, el agua hervía más y más, al ver la chimenea, el lobo pensó: “Aquí está la solución. Al fin tendré un riquísimo banquete de lechoncitos” y comenzó a descender por la chimenea, su voracidad y su maldad encontraron  en el fuego y en agua, el caldero infernal del diablo, como una respuesta merecida a su bestialidad. El lobo voló por la estrecha chimenea lanzando un aullido lastimero. El cuerpo  calcinado se estrelló en el bosque.
–Espero que nunca vuelva. Y ustedes hermanitos, ojalá, hayan aprendido la lección: no al ocio; sí a la prevención –reflexionó el chanchito  mayor.


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